ROBERT
FROST
El
potro desbocado
Tiempo ha, cuando la nieve empezaba a caer,
nos detuvimos junto, a unos pastos... ¿De quién será
aquel potro?", dijimos. El pequeño Morgan había
puesto una pata delantera sobre el muro de piedra
y la otra sobre el pecho, encogida. Agachando
la cabeza, nos contempló un instante y huyó.
Escuchamos el diminuto retumbo de su fuga,
y nos pareció verle, una sombra gris recortándose
contra el inmenso cortinaje de los copos de nieve.
"Ese pequeño está asustado de la nieve que cae.
No conoce el invierno. Para ese pequeñuelo
no es cosa baladí. Y huye trotando.
Ni su madre podría decirle: «¡Quieto! ¡Es sólo el
tiempo!»
El pensaría que ella sólo habla por hablar.
¿Dónde estará su madre? ¿Por qué no va con él?"
El potro ya regresa con su pétreo repiqueteo,
salta de nuevo el muro con ojos blanquecinos
y erguida la cola sin pelo.
Hace temblar su piel como si sacudiera moscas.
"Quienquiera que deja ese potro afuera tan
tarde,
cuando los demás animales están en el establo,
hay que avisarle para que salga y lo haga
entrar".
*****
JAMES WRIGHT
Bendición
Justo en la salida de la autopista a Rochester,
Minnesota,
brinca suavemente la luz del crepúsculo en la
hierba.
Y los ojos de esos dos ponis indios
se oscurecen con afabilidad.
Han salido gustosos de entre los sauces
para recibirnos a mi amigo y a mí.
Saltamos la alambrada hasta el prado
en el que han pastado todo el día, solos.
Se tensan, apenas refrenan su alegría
por nuestra llegada.
Se inclinan vergonzosos como cisnes húmedos. Se
quieren.
No hay soledad como la suya.
De nuevo a sus anchas,
comienzan a ronzar los brotes primaverales en lo
oscuro.
Quisiera abrazar a la más fina,
que ha venido a mi encuentro
y me ha acariciado la mano con su hocico.
Es negra y blanca,
le caen las crines sueltas por la frente,
y la leve brisa me invita a acariciar su larga
oreja,
delicada como la piel en la muñeca de una muchacha.
De pronto me doy cuenta
de que si yo saliera de mi cuerpo
florecería.
*****
AMY
LOWELL / SEIS POEMAS
Plantas
marinas
Fría cae la luna sobre la arena de las dunas
y las algas ondean y fulguran;
el tenue ritmo de mi reloj dice
que son ya las doce y cuarto;
y no oigo nada todavía
salvo los golpes del viento sobre el mar.
La
mujer del pescador
Cuando estoy sola
el viento en los pinos
es como el rasgueo de las olas
en los costados de madera de una barca.
Tarde
helada
No es la brillante luz en tu ventana
lo que deslumbra mis ojos;
es el oscuro contorno de tu sombra
moviéndose en el shôji.
Resplandor
Peonías.
El extraño color rosa de las porcelanas chinas;
maravilloso, su brillo.
Pero, Querido, es el azul pálido de la espuela de
caballero
el que se balancea con fuerza sobre mi corazón.
Otros veranos.
Y un brillo chirriando en la hierba.
El
jardín del emperador
Una vez, en el sofocante calor de pleno verano,
un Emperador hizo que las montañas e n miniatura de
su jardín
fueran cubiertas con seda blanca,
así coronadas,
parecían refrescar sus ojos
con el resplandor de la nieve.
Circunstancia
Sobre las hojas de arce
relumbra rojo el rocío,
pero sobre las flores de loto
tiene la clara transparencia de las lágrimas.
De. El jardín de Sevenels
Traducción: Marta Porpetta. Ediciones Torremozas,
Madrid 2007.
*****
WILLIAM
CARLOS WILLIAMS
Paisaje
con la caída de ícaro
Según Brueghel
cuando Ícaro cayó
era primavera
un granjero araba
su campo
y toda la pompa
del año
se despertaba
cosquilleando cerca
la orilla del mar
ocupada
en sí misma
sudando bajo el sol
que derretía
la cera de las alas
insignificante
más allá de la costa
hubo
un chapoteo casi imperceptible
esto era
Ícaro ahogándose.
*****
WALLACE
STEVENS
Trece
maneras de mirar un mirlo
1
Entre veinte cerros nevados
lo único que se movía
era el ojo de un mirlo.
2
Yo era de tres pareceres,
como un árbol
en el que hay tres mirlos.
3
En el viento de otoño giraba el mirlo.
Tenía un papel muy breve en la pantomima.
4
Un hombre y una mujer
son uno.
Un hombre y una mujer y un mirlo
son uno.
5
Yo no sé si prefiero
la belleza de las inflexiones
o la belleza de las insinuaciones,
si el nido silbando
o después.
6
El hielo cubría el ventanal
de cristales bárbaros.
La sombra del mirlo
lo cruzaba de un lado a otro.
La fantasía
trazaba en la sombra
una causa indescifrable.
7
Oh, delgados hombres de Haddam,
¿por qué imagináis pájaros dorados?
¿No veis cómo el mirlo
anda entre los pies
de las mujeres que os rodean?
8
Conozco nobles acentos
e inevitables ritmos lúcidos;
pero también conozco
que el mirlo anda complicado
en lo que conozco.
9
Cuando el mirlo se perdió de vista
señaló el límite
de un círculo entre otros muchos.
10
Al ver mirlos
volar en la luz verde,
hasta los charlatanes de la eufonía
gritarían agudamente.
11
Viajaba por Connecticut
en un coche de cristal.
Una vez le entró el miedo,
por haber confundido
la sombra de su equipaje
con mirlos.
12
El río se mueve.
Estará volando el mirlo.
13
Toda la tarde fue de noche.
Nevaba,
iba a seguir nevando.
El mirlo se detuvo
en la rama del cedro.
Versión de Raúl Gustavo Aguirre.
*****
DELMORE SCHWARTZ
Baudelaire
Cuando me quedo dormido, y hasta cuando duermo,
Escucho, con bastante claridad, voces diciendo
Frases completas, lugares comunes y triviales
Que no tienen relación con mis asuntos.
.
Querida madre: ¿Nos queda algo de tiempo
Para ser felices? Mis deudas son enormes.
Mi cuenta de banco es tema de juicio en la corte,
No sé nada. No puedo saber nada.
He perdido la capacidad de hacer un esfuerzo.
Pero ahora como antes mi amor por ti aumenta
Siempre tienes piedras que arrojarme, siempre:
Es verdad, desde la niñez.
.
Por primera vez en mi larga vida
soy casi feliz. El libro, casi terminado,
parece casi bueno. Perdurará, un monumento
a mis obsesiones, mi odio, mi disgusto.
.
Deudas e inquietudes persisten y me debilitan.
Satán se desliza ante mí, diciendo con dulzura:
"Descansa un día!" "Puedes descansar
y divertirte hoy.
Trabajarás esta noche". Cuando llega la noche,
Mi mente aterrorizada por el retraso,
Aburrida por la tristeza, paralizada por la
impotencia,
Promete: "Mañana: Trabajaré mañana".
Mañana la misma comedia tiene lugar
Con la misma resolución, la misma debilidad.
.
Estoy harto de esta vida de habitaciones amuebladas.
Estoy harto de tener gripes y dolores de cabeza.
Conoces mi extraña vida: Cada día trae
Su cuota de ira. Apenas conoces
La vida del poeta, querida madre: Debo escribir
poemas,
La más fatigosa de las ocupaciones.
.
Estoy triste esta mañana. No me lo reproches.
Te escribo desde un café cerca del correo,
Entre el golpe de las bolas de billar, el tintineo
de los platos,
El latido de mi corazón. Me pidieron que escriba
"Una historia de la caricatura". Me
pidieron que escriba
"Una historia de la escultura". ¿Escribiré
una historia
De las caricaturas de las esculturas tuyas en mi
corazón?
.
Aunque te cueste incontable agonía
Aunque no lo creas necesario,
Y dudes que la suma sea la adecuada,
Por favor, envíame el dinero necesario por lo menos
para tres semanas.
*****
POEMAS
DE MARIANNE MOORE
La
poesía
A mí también me disgusta, hay cosas que son importa-
ntes, más
que todo este violineo.
leyéndola, no obstante, Con perfecto desprecio por
ella,
se
descubre que hay en
ella, después de todo, lugar para lo genuino.
Manos que pueden agarrar, ojos
que
pueden dilatarse, pelo que puede erizarse,
si debe;
estas cosas son importantes, no porque una
altisonante interpretación pueda encajarse sobre
ellas,
sino
porque son
útiles; cuando se vuelven derivativas hasta volverse
ininteligibles,
la misma cosa puede decirse de todos nosotros que
nos-
otros
no admiramos lo que
no podemos entender; el vampiro,
colgado cabeza abajo o en busca de algo que
comer; los elefantes , empujando, un caballo
salvaje,
revolcándose; un incansable lobo, bajo
un árbol; el inconmovible críticio que sacude su
piel como un
caballo al sentir una pulga; el base-
bal-fan, el estadístico;
ni es válido
hacer una
discriminación contra "documentos comer-
ciales y textos escolares"; todos estos
fenómenos son
importantes. Debe hacer una distinción,
sin embargoo; cuando son arrastrados a prominencia
por
semipoetas, el resultado no es poesía,
ni hasta
que los poetas entre nosotros puedan ser
"literalistas
de
la
imaginación", por encima de
insolencia
y trivialidad, y puedan presentar
a inspección imaginarios jardines con verdaderos
sapos
en ellos,
tendremos-
la. Entretanto, si pedís, por una parte,
la materia prima de la poesía en
toda su crudeza
la que es,
por otra parte,
genuna,
entonces estáis interesados en la poesía.
*****
DENISE
LEVERTOV
"El
poema elevándose por su propio peso"
“El
poeta está a disposición de su propia noche”
Jean Cocteau.
La túnica susurrante ondula sobre tu cuerpo y
sedosamente se adhiere,
das un paso en la cuerda y avanzás sin dudar,
ileso, atrapás los cuchillos feroces y
los hacés girar encima tuyo, fuente de llamas
que suben y bajan, suben y bajan
rítmicamente,
dejás que las cadenas se enrosquen,
con arrogancia, listo
para
cortarlas, eslabón por eslabón de acero,
cerrojo por cerrojo --
pero cuando tus contorsiones
graciosas y confiadas hunden el metal
en tu carne y se estrecha su abrazo de pitón
y ves óxido en las cadenas y sangre en tus poros
y rodás por una pendiente hasta un agujero negro
y no se escucha ni el sonido de la burla en el aire
lejano,
arriba, en algún lugar donde antes estuvo el cielo,
ningún sonido más que el de tu propia respiración
jadeante:
entonces es cuando entra
el milagro, sobre sus pies veloces,
por el precipicio, directo a la cueva,
abre los cerrojos,
los nudos de las cadenas caen abiertos,
los lazos se desatan,
los eslabones se hacen trizas,
y en segundos hay un montón de chatarra
a tus pies, pisás en libertad al mismo tiempo
que él se da vuelta para irse-
pero cuando cuando lo detenés con un grito,
agarrándote de sus rodillas, gimiendo tu gratitud,
con qué expresión radiante te mira,
y te pone de pie,
y te acaricia el pelo en desorden,
y te abraza
te abraza
te abraza
estrecha y tiernamente antes de desaparecer.
*****
CARL
SANDBURG
La
gitana
Pedí a una gitana amiga
que imitara a una vieja imagen
y hablara con la sabiduría de antaño.
Bajó el mentón contra el pecho,
convirtió cabeza y cuello
en la cúspide de un obelisco del Nilo
y dijo:
Arráncate la mordaza de la boca, hijo,
y sé libre de guardar silencio.
Nada digas a nadie, pues nadie escucha,
pero ten prestos los labios para hablar.
Versión de Miguel Martínez-Lage
*****
JAMES WRIGHT
Bendición
Justo en la salida de la autopista a Rochester,
Minnesota,
brinca suavemente la luz del crepúsculo en la
hierba.
Y los ojos de esos dos ponis indios
se oscurecen con afabilidad.
Han salido gustosos de entre los sauces
para recibirnos a mi amigo y a mí.
Saltamos la alambrada hasta el prado
en el que han pastado todo el día, solos.
Se tensan, apenas refrenan su alegría
por nuestra llegada.
Se inclinan vergonzosos como cisnes húmedos. Se
quieren.
No hay soledad como la suya.
De nuevo a sus anchas,
comienzan a ronzar los brotes primaverales en lo
oscuro.
Quisiera abrazar a la más fina,
que ha venido a mi encuentro
y me ha acariciado la mano con su hocico.
Es negra y blanca,
le caen las crines sueltas por la frente,
y la leve brisa me invita a acariciar su larga
oreja,
delicada como la piel en la muñeca de una muchacha.
De pronto me doy cuenta
de que si yo saliera de mi cuerpo
florecería.
*****
AMY
LOWELL / SEIS POEMAS
Plantas
marinas
Fría cae la luna sobre la arena de las dunas
y las algas ondean y fulguran;
el tenue ritmo de mi reloj dice
que son ya las doce y cuarto;
y no oigo nada todavía
salvo los golpes del viento sobre el mar.
La
mujer del pescador
Cuando estoy sola
el viento en los pinos
es como el rasgueo de las olas
en los costados de madera de una barca.
Tarde
helada
No es la brillante luz en tu ventana
lo que deslumbra mis ojos;
es el oscuro contorno de tu sombra
moviéndose en el shôji.
Resplandor
Peonías.
El extraño color rosa de las porcelanas chinas;
maravilloso, su brillo.
Pero, Querido, es el azul pálido de la espuela de
caballero
el que se balancea con fuerza sobre mi corazón.
Otros veranos.
Y un brillo chirriando en la hierba.
El
jardín del emperador
Una vez, en el sofocante calor de pleno verano,
un Emperador hizo que las montañas e n miniatura de
su jardín
fueran cubiertas con seda blanca,
así coronadas,
parecían refrescar sus ojos
con el resplandor de la nieve.
Circunstancia
Sobre las hojas de arce
relumbra rojo el rocío,
pero sobre las flores de loto
tiene la clara transparencia de las lágrimas.
De. El jardín de Sevenels
Traducción:
Marta Porpetta. Ediciones Torremozas, Madrid 2007.
*****
WILLIAM
CARLOS WILLIAMS
Paisaje
con la caída de ícaro
Según Brueghel
cuando Ícaro cayó
era primavera
un granjero araba
su campo
y toda la pompa
del año
se despertaba
cosquilleando cerca
la orilla del mar
ocupada
en sí misma
sudando bajo el sol
que derretía
la cera de las alas
insignificante
más allá de la costa
hubo
un chapoteo casi imperceptible
esto era
Ícaro ahogándose.
*****
WALLACE
STEVENS
Trece
maneras de mirar un mirlo
1
Entre veinte cerros nevados
lo único que se movía
era el ojo de un mirlo.
2
Yo era de tres pareceres,
como un árbol
en el que hay tres mirlos.
3
En el viento de otoño giraba el mirlo.
Tenía un papel muy breve en la pantomima.
4
Un hombre y una mujer
son uno.
Un hombre y una mujer y un mirlo
son uno.
5
Yo no sé si prefiero
la belleza de las inflexiones
o la belleza de las insinuaciones,
si el nido silbando
o después.
6
El hielo cubría el ventanal
de cristales bárbaros.
La sombra del mirlo
lo cruzaba de un lado a otro.
La fantasía
trazaba en la sombra
una causa indescifrable.
7
Oh, delgados hombres de Haddam,
¿por qué imagináis pájaros dorados?
¿No veis cómo el mirlo
anda entre los pies
de las mujeres que os rodean?
8
Conozco nobles acentos
e inevitables ritmos lúcidos;
pero también conozco
que el mirlo anda complicado
en lo que conozco.
9
Cuando el mirlo se perdió de vista
señaló el límite
de un círculo entre otros muchos.
10
Al ver mirlos
volar en la luz verde,
hasta los charlatanes de la eufonía
gritarían agudamente.
11
Viajaba por Connecticut
en un coche de cristal.
Una vez le entró el miedo,
por haber confundido
la sombra de su equipaje
con mirlos.
12
El río se mueve.
Estará volando el mirlo.
13
Toda la tarde fue de noche.
Nevaba,
iba a seguir nevando.
El mirlo se detuvo
en la rama del cedro.
Versión de Raúl Gustavo Aguirre.
*****
DELMORE SCHWARTZ
Baudelaire
Cuando me quedo dormido, y hasta cuando duermo,
Escucho, con bastante claridad, voces diciendo
Frases completas, lugares comunes y triviales
Que no tienen relación con mis asuntos.
.
Querida madre: ¿Nos queda algo de tiempo
Para ser felices? Mis deudas son enormes.
Mi cuenta de banco es tema de juicio en la corte,
No sé nada. No puedo saber nada.
He perdido la capacidad de hacer un esfuerzo.
Pero ahora como antes mi amor por ti aumenta
Siempre tienes piedras que arrojarme, siempre:
Es verdad, desde la niñez.
.
Por primera vez en mi larga vida
soy casi feliz. El libro, casi terminado,
parece casi bueno. Perdurará, un monumento
a mis obsesiones, mi odio, mi disgusto.
.
Deudas e inquietudes persisten y me debilitan.
Satán se desliza ante mí, diciendo con dulzura:
"Descansa un día!" "Puedes descansar
y divertirte hoy.
Trabajarás esta noche". Cuando llega la noche,
Mi mente aterrorizada por el retraso,
Aburrida por la tristeza, paralizada por la
impotencia,
Promete: "Mañana: Trabajaré mañana".
Mañana la misma comedia tiene lugar
Con la misma resolución, la misma debilidad.
.
Estoy harto de esta vida de habitaciones amuebladas.
Estoy harto de tener gripes y dolores de cabeza.
Conoces mi extraña vida: Cada día trae
Su cuota de ira. Apenas conoces
La vida del poeta, querida madre: Debo escribir
poemas,
La más fatigosa de las ocupaciones.
.
Estoy triste esta mañana. No me lo reproches.
Te escribo desde un café cerca del correo,
Entre el golpe de las bolas de billar, el tintineo
de los platos,
El latido de mi corazón. Me pidieron que escriba
"Una historia de la caricatura". Me
pidieron que escriba
"Una historia de la escultura". ¿Escribiré
una historia
De las caricaturas de las esculturas tuyas en mi
corazón?
.
Aunque te cueste incontable agonía
Aunque no lo creas necesario,
Y dudes que la suma sea la adecuada,
Por favor, envíame el dinero necesario por lo menos
para tres semanas.
*****
POEMAS
DE MARIANNE MOORE
La
poesía
A mí también me disgusta, hay cosas que son importa-
ntes, más
que todo este violineo.
leyéndola, no obstante, Con perfecto desprecio por
ella,
se
descubre que hay en
ella, después de todo, lugar para lo genuino.
Manos que pueden agarrar, ojos
que
pueden dilatarse, pelo que puede erizarse,
si debe;
estas cosas son importantes, no porque una
altisonante interpretación pueda encajarse sobre
ellas,
sino
porque son
útiles; cuando se vuelven derivativas hasta volverse
ininteligibles,
la misma cosa puede decirse de todos nosotros que
nos-
otros
no admiramos lo que
no podemos entender; el vampiro,
colgado cabeza abajo o en busca de algo que
comer; los elefantes , empujando, un caballo
salvaje,
revolcándose; un incansable lobo, bajo
un árbol; el inconmovible críticio que sacude su
piel como un
caballo al sentir una pulga; el base-
bal-fan, el estadístico;
ni es válido
hacer una
discriminación contra "documentos comer-
ciales y textos escolares"; todos estos
fenómenos son
importantes. Debe hacer una distinción,
sin embargoo; cuando son arrastrados a prominencia
por
semipoetas, el resultado no es poesía,
ni hasta
que los poetas entre nosotros puedan ser
"literalistas
de
la
imaginación", por encima de
insolencia
y trivialidad, y puedan presentar
a inspección imaginarios jardines con verdaderos
sapos
en ellos,
tendremos-
la. Entretanto, si pedís, por una parte,
la materia prima de la poesía en
toda su crudeza
la que es,
por otra parte,
genuna,
entonces estáis interesados en la poesía.
*****
DENISE
LEVERTOV
"El
poema elevándose por su propio peso"
“El
poeta está a disposición de su propia noche”
Jean Cocteau.
La túnica susurrante ondula sobre tu cuerpo y
sedosamente se adhiere,
das un paso en la cuerda y avanzás sin dudar,
ileso, atrapás los cuchillos feroces y
los hacés girar encima tuyo, fuente de llamas
que suben y bajan, suben y bajan
rítmicamente,
dejás que las cadenas se enrosquen,
con arrogancia, listo
para
cortarlas, eslabón por eslabón de acero,
cerrojo por cerrojo --
pero cuando tus contorsiones
graciosas y confiadas hunden el metal
en tu carne y se estrecha su abrazo de pitón
y ves óxido en las cadenas y sangre en tus poros
y rodás por una pendiente hasta un agujero negro
y no se escucha ni el sonido de la burla en el aire
lejano,
arriba, en algún lugar donde antes estuvo el cielo,
ningún sonido más que el de tu propia respiración
jadeante:
entonces es cuando entra
el milagro, sobre sus pies veloces,
por el precipicio, directo a la cueva,
abre los cerrojos,
los nudos de las cadenas caen abiertos,
los lazos se desatan,
los eslabones se hacen trizas,
y en segundos hay un montón de chatarra
a tus pies, pisás en libertad al mismo tiempo
que él se da vuelta para irse-
pero cuando cuando lo detenés con un grito,
agarrándote de sus rodillas, gimiendo tu gratitud,
con qué expresión radiante te mira,
y te pone de pie,
y te acaricia el pelo en desorden,
y te abraza
te abraza
te abraza
estrecha y tiernamente antes de desaparecer.
*****
CARL
SANDBURG
La
gitana
Pedí a una gitana amiga
que imitara a una vieja imagen
y hablara con la sabiduría de antaño.
Bajó el mentón contra el pecho,
convirtió cabeza y cuello
en la cúspide de un obelisco del Nilo
y dijo:
Arráncate la mordaza de la boca, hijo,
y sé libre de guardar silencio.
Nada digas a nadie, pues nadie escucha,
pero ten prestos los labios para hablar.
Versión de Miguel Martínez-Lage.
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