“Aprende
de los pinos, aprende de los bambúes, aprender quiere decir unirse a las cosas
y sentir su íntima naturaleza. Esto es el Haiku”.
Matsuo Bashȏ.
“Haiku
es lo que está sucediendo en este lugar, en este momento”.
Matsuo Bashȏ.
Para los que no tienen una mirada panorámica o de conjunto
sobre la obra de Raúl Henao, les podría parecer un hecho aislado el haber
publicado un libro de Haiku. Sin embargo, la relación de este autor con la
filosofía y poesía oriental, es evidente desde su primer libro Combate del
carnaval y la cuaresma (Editorial Gama: Medellín, 1973). Raúl establece tempranamente
un vínculo con lo vacío y maravilloso. Es de los pocos autores
colombianos que sin renunciar a la “tradición occidental”, aprovecha muy bien
la riqueza de la cultura oriental, estableciendo un interesante diálogo, que
desemboca en una obra bicéfala de gran calidad. Del Combate… podríamos
citar dos poemas que dan cuenta, grosso modo, de sus intenciones
precoces por recoger insumos tanto filosóficos, como poéticos de estas dos
culturas. Por una lado, está el poema “Vacío y maravilloso”, donde habla de
Lieh Tzu (393 a. de c) filósofo taoísta (quien enseñó el arte de cabalgar el
viento) y Wu Tao Tzu, llamado el “príncipe de los pintores” de la dinastía
Tang, quien en el poema de Raúl “desapareció por ella [la pintura] dejando el
muro tan blanco como antes de haber iniciado su obra”, (así explica una leyenda
japonesa la muerte del pintor). El otro poema, este ya concerniente a la
cultura occidental, es Lo que las mujeres dicen de la cojera de Dionisos,
donde gracias a una frase de Plutarco: “las mujeres de Elida llaman a Dionisos
para que vaya entre ellas con su pata de toro”, introduce un sutil humor negro
en el que parece creer y dudar al mismo tiempo, del destino de los poetas: “que
se nos haya herido en el talón apenas es el pago de la inmortalidad”. Raúl
aclara en las Notas del libro, sobre
sus intereses por rescatar el mito para la poesía: “la pata de toro de que
habla el epígrafe de Plutarco equivale sin lugar a dudas a la cojera, como lo
prueba Robert Graves en un significativo y laberíntico capítulo de su libro LA
DIOSA BLANCA. Y hacía parte de las numerosas interdicciones y tabúes a que eran
sometidos los reyes, héroes y dioses solares en las sociedades arcaicas”.
“Para un poeta colombiano el Haiku es amor a primera vista o
no es nada”, dice Raúl en un breve texto (“la verdad está en el descarte de las
palabras” ‒Yasunari Kawabata‒), que escribió a propósito de la Presencia del
Haiku en la poesía colombiana (2011), en donde habla de sus primeros
acercamientos a este “género” y elabora un listado (haciendo las oportunas
salvedades) de los primeros libros editados en el país, y los primeros
colombianos que se atrevieron, desde el ejercicio del poema de tres líneas, a
contradecir la actitud que consiste en creer que por fuera de la lengua nipona,
es imposible escribir Haiku. Aunque el título se proponga hablar de la
presencia del Haiku en Colombia, Raúl se centra más bien en su propia
experiencia como colombiano, de cómo llega, tanto a la cultura y filosofía
oriental, así como a la escritura propiamente del Haiku. Sin embargo, este
rasgo no constituye un problema, por el contrario, arroja datos importantes,
señala que hay un trabajo de fondo, una mirada amplia sobre su actividad. En
este texto, Raúl nos revela una personalidad, siempre solitaria (en la multitud
como decía Baudelaire) pero atravesada por viajes, como el que emprendió hacia
los EE.UU en 1967, tras la huella de los poetas beats. Reproduzco a
continuación una cita en la que Raúl habla de esos primeros acercamientos al
Haiku y a otros temas de oriente:
“Mi afinidad
por el Haiku está ligada inicialmente al gusto por los viajes, a las caminatas
solitarias y solariegas… Es decir, a mi primera juventud y mis lecturas, cuando
por un puro azar, que se confunde siempre con el destino personal, cayera en
mis manos aquel inolvidable volumen de la colección poética “El Arco y la Lira”
con una selección de los Haiku de Bashȏ y sus discípulos, que no he vuelto a
hallar en parte alguna, al punto de llevarme a pensar que su hallazgo fue solo
un sueño” (2011).
Los beats, poetas que no sólo influenciaron la vida y
obra de Raúl, sino también la de sus contemporáneos los nadaístas, le
permitieron un contacto con el Budismo Zen, acompañado de una concepción así
mismo del mundo y de la vida, contemplativa y dirigida a “corregir la manera
distorsionada, enrevesada que tenemos los occidentales de concebir la realidad
total y en particular la del mundo que nos rodea” (2011). No podemos perder de
vista que el Haiku echó raíces profundas en lengua anglosajona. Las primeras
influencias las encontramos en el poeta inglés Basil Hall Chamberlain
(1850-1935); pero debemos a los imaginistas, movimiento creado alrededor de
1910 por varios poetas ingleses y americanos, su pleno florecimiento. Este es
uno de los primeros intentos serios por asimilar en occidente la filosofía del
Haiku. Los imaginistas en su afán de romper con la poesía inglesa de
entonces, orientaron su búsqueda hacia una simplificación de la expresión. Se
esforzaron por conseguir una poesía más objetiva, sin grandes elaboraciones
intelectuales y alejadas de cualquier recurso retórico. Jack Kerouac para la
generación beat y Ezra Pound para los imaginistas, constituyen nombres
importantes para el temprano Haiku en lengua inglesa.
Siguiendo con la línea occidental del Haiku tenemos a
Francia. Los poetas franceses abordan la nueva forma poética con interés. Es
curioso el hecho de que el vocablo haikai[1] haya prevalecido en el gusto francés hasta
hace muy poco por encima del más moderno, Haiku. Ya en 1906 encontramos una
pequeña colección de haikai a cargo del poeta Paul-Louis Couchoud: “El haikai. Los epigramas líricos del Japón”.
Pero quizá donde más tuvo resonancia fue en lengua española. Sin embargo, más
que España,[2] es Latinoamérica el lugar donde se producen
las primeras obras y traducciones. El
país escenario de esta doble coincidencia es México. Por un lado tenemos a José
Juan Tablada (1971-1945) con Un día...
(Poemas Sintéticos) libro hermano de “El jarro de flores”, publicado en
Caracas a mediados de 1919.[3]
Y por el otro, Octavio Paz (1914-1998) con su versión de “Sendas de Oku”, obra
de Matsuo Bashȏ, publicada en 1957.[4]
Aunque este último publicó un libro de Haiku: “Árbol adentro” (1989), su papel
destacado estuvo realmente en el campo teórico. José Juan Tablada, sin ser un
autor ortodoxo con la forma del Haiku, se le reconoce como el pionero en el
mundo hispano.
Bajando por los Andes hacia el sur del continente tenemos al
ecuatoriano Jorge Carrera Andrade y sus “Microgramas” (1940), tiene de
particular que adoptó una temática local, hizo uso del folclore ecuatoriano, así como de su fauna y flora. Seguidamente
tenemos a Perú, especial ya que cuenta entre sus particularidades, ser el país
latinoamericano con mayor población de inmigrantes japoneses. El poema de tres
líneas tuvo impacto en las obras de autores como Alberto Guillén y Javier
Sologuren, por nombrar sólo dos. De Colombia no se puede decir mucho pero vale
anotar que se presume, haya sido el país donde Tablada escribió su primer libro
de Haiku. Explicamos: el poeta mexicano llegó a Bogotá el jueves 9 de enero de
1919 y se quedó allí hasta finales de diciembre del mismo año, luego viajó a
Venezuela no sólo por problemas con la altura de la capital de Colombia, sino
por serios enfrentamientos con el ministro mexicano Manuel Ugarte, quien le
despojó de su pasaporte acusándolo ante la cancillería. Desde Bogotá, Tablada
envió a Caracas los originales de su libro Un
día… publicado allí el 1 de septiembre de 1919 en la Imprenta Bolívar de
Caracas.[5]
Continuamos con las repúblicas del Río de la Plata: Uruguay y Argentina. De la
primera tenemos a Mario Benedetti con su modesto título “Rincón de haikus”
(1999). Para el caso argentino podemos resaltar los nombres de Álvaro Yunque y
el infaltable Jorge Luis Borges, el cual, igual que Paz, aporta inmensamente
con sus traducciones y aproximaciones teóricas.
Regresando a Colombia, podemos hablar de los antecedentes de
Una alberca en la luna (El Oso Hormiguero Editor: Medellín, 2014) y de
las movidas recientes del Haiku en el Valle de Aburrá. En el año 2009, Raúl
publica junto a Ron Riddell (1949-), poeta neozelandés, el libro Selected
Haiku / Haikús Selectos (Fundación Zen Montaña de silencio: Medellín),
edición bilingüe inglés-español, que se originó –como muchas cosas en la vida
de Raúl–, producto del azar, pues Riddell era un poeta que en ese momento
estaba de paso por Medellín, contingencia esta no determinante para que no sólo
publicara un libro coautorado, sino que también pudiera regalar (heredar) a la
ciudad una gran obra intitulada El milagro de Medellín y otros poemas (Casa
Nueva: Medellín, 2009), cuyo prologo escribe el mismo Raúl, y que tiene de
particular, –además de ser el primer volumen (de poesía) de un poeta
neozelandés, publicado en Latinoamérica–, esa mirada distinta de la ciudad,
contrastable con el foco puesto por algunos escritores locales, siempre tan
dirigido a ver ese lugar como un caos insoportable e irreparable, la ciudad
como algo pestilente, desposeído de belleza, o en su defecto, una relación de
amor/odio como la de Gonzalo Arango. Riddell
celebra a Medellín, ve en sus alcantarillas, un milagro:
“…Medellín, Oh Medellín, quiero
dormir
Con los mendigos en tus calles
Y convertir tus cunetas en
almohadas
Y beber las lágrimas de tus pasos.
Quiero comer el festejo del pan
seco
En el lecho de tu río de fiesta y
fábula
De pobreza y poesía, de bombas y
estupor.
Quiero oír de nuevo levantar su
himno a las palomas,
Por sobre la algarabía de tus buses
espléndidos…
Quiero susurrarles mis canciones
amorosas y secretas
Mientras ellas me murmuran en
respuesta
Y violan los cerrojos de mi corazón
para siempre”.
Retomando los Selected
Haiku / Haikús Selectos, podemos ver que se da un interesante
ejercicio de intercambio, no sólo poético, sino también intelectual, pero
además, y de manera Sui-géneris, un cruce de traducciones, pues cada
autor vierte los poemas del otro, a su propio idioma. En este caso, Raúl
tradujo los poemas de Riddell al español, y éste, los de aquel al inglés… elemento
que sin duda, le da un valor agregado al libro, ya que no sólo es una propuesta
novedosa, sino que además constituye una hermandad-universalidad propia del
Haiku. Mucho se ha discutido sobre el carácter in-traducible de la poesía, no
obstante, en este caso tendría la salvedad que la traición fue efectuada por otro poeta.
La publicación de este libro fue posible gracias al apoyo
del PRIMER FESTIVAL DE CULTURA JAPONESA “HANA MATSURI”, llevado a cabo en el
año 2009, gracias a las gestiones de Juan Felipe Jaramillo Toro, zenista y haijin
colombiano, de quien hay que decir, dedica gran parte de sus esfuerzos a la
difusión del Haiku en la ciudad de Medellín. Es evidente que en Colombia la
timidez por el Haiku ha venido menguando, el festival es prueba de ello, no
porque la escritura sea posible sólo bajo la tutela de eventos de esta naturaleza,
sino porque la presencia de estos programas en la ciudad, habla (aparentemente)
de una comunidad de lectores y escritores, además de estudiosos del Haiku.
Medellín, junto al Valle del Cauca, Quindío (especialmente Calarcá) y
Risaralda, constituye el foco de influencia del Haiku en Colombia. Entrados en
este punto, hay que hacer algunas acotaciones. En los años 80 y 90, Calarcá fue
foco de varias publicaciones periódicas, así como de revistas, talleres,
investigaciones, traducciones y libros de autores locales. El Haiku en esta
región del país, logró captar la atención de reconocidos escritores como Umberto
Senegal y el traductor Carlos Alberto Castrillón (etc). No es gratuito que allí
mismo se haya creado en 1983, la Asociación
Colombiana de Haiku, la cual se integró a la Haiku International Association (Asociación Internacional de Haiku),
con sede en Tokio. KANORA es la revista más conocida de aquellos años, junto al
plegable NEBLINA (junio 1 de 1990 a julio de 1991), este último dedicado con más exclusividad al
poema de tres líneas.
Sin embargo, desde el señalado 2009, es Medellín el
escenario de hechos importantes en materia de cultura japonesa. En el año 2011,
el poeta Ban´ya Natsuishi, director de la World Haiku Associations
(Asociación Mundial de Haiku), con sede en Saitama, Japón, hace presencia en el
XXI Festival Internacional de Poesía y el III FESTIVAL DE CULTURA JAPONESA
“HANA MATSURI”. Un poco más tarde, en el año 2013, se recogen los frutos de esta visita. Gracias
al apoyo de la Embajada del Japón en Colombia, la Alcaldía de Medellín, Comfenalco Antioquia y la Fundación Zen
Montaña de Silencio, se hace posible la realización de la 7° Conferencia de la Asociación Mundial de Haiku (WHAC7), donde
Raúl fue jurado de un concurso.
Pese a todos estos esfuerzos, podríamos decir que el país
continúa sumido en una estela de desconfianza, unas veces pública, otras, secreta.
Muchos poetas y “personajes” colombianos consideran que escribir Haiku es un
ejercicio “exótico” (o una impostura), lo cual ha traído como consecuencia que
se publique poco y se escriba menos, o en la marginalidad absoluta. Ejemplo
claro es Una alberca en la luna, archivada por más de 20 años y
publicada, en parte, sólo hasta el año 2009 en Selected Haiku / Haikús
Selectos. Una alberca en la luna,
pese a ser un libro producto del trabajo constante, respaldado siempre por una
vida aunada a la poesía, quizá pasará desapercibido por mucho tiempo. Sin
embargo, como dijo un poeta que hallé por casualidad en una hoja suelta (Hans
Magnus Enzensberger), la poesía (o en este caso el Haiku), “es tal vez el medio
de comunicación que cuenta con más productores que consumidores. Miles y miles
de personas escriben poesía mientras que hay muy pocos lectores. Es curioso,
una paradoja. Es inútil lamentarlo” (La mosca muerta, N. 5. Cuba, 1995, pág.
9). Aquello a lo que se refiere la poesía no es únicamente asunto de los poetas
y sus lectores, en ese sentido, como dijo Aldo Pellegrini, es válido escribir
para nadie.
La obra de Raúl Henao, al respecto del Haiku, es pequeña
pero cuenta con grandes atributos. Él mismo admite que pese a no cultivarlo
como único amor, “sí como se ama en el jardín la flor que tarda años en
florecer y se marchita en un solo día, pero que por eso mismo nos parece más
invaluable y precioso” (2011). Sin embargo, aparatando esta suntuosa defensa,
lo que encontramos es un rasgo general, evidente en todos los poetas que se han
dedicado a la escritura del Haiku en Colombia. Con muy pocas excepciones, todos
han practicado el poema de tres líneas como ejercicio complementario o paralelo,
nunca como un desprendimiento total de lo que podríamos llamar la “poesía
tradicional”. No existe un haijin “puro”, incluso podemos decir que los aportes
están más por el lado de la difusión y hasta la traducción. Ni el propio
Umberto Senegal, figura quizá más representativa en Colombia, le guarda
fidelidad al Haiku... llegando incluso al desvío de intentar “haikuentos”. No
obstante, es él junto a Raúl, uno de los primeros poetas en incursionar
propiamente en la escritura del breve poema japonés. Aunque hay que decir que
para Raúl el Haiku ha sido más una actitud interior, mientras que Senegal ha
acompañado esta misma actitud con la difusión del mismo, pues fue el encargado
de editar las primeras revistas como la referida atrás: KANORA. Además de esto,
resaltamos los numerosos ensayos y prólogos, como el que le hace a Raúl en el
libro materia de este texto.
Es posible decir que en Colombia, así como en otros lugares
de Latinoamérica, el Haiku se destaca más por su difusión (comentarios,
estudios críticos y traducciones), que por su práctica escritural. A este respecto, tenemos en el país nombres
como Juan Manuel Cuartas, Julián Malatesta, Javier Tafur, Rodrigo Escobar
Holguín, José Manuel Arango y el mismo Gustavo Zuluaga, recordado por sus
tempranas y oportunas antologías. Sin olvidar, claro está, algunos precursores
como Jaime Tello (1918-1996) e incluso Guillermo Valencia (1873-1943) con
CATAY, que si bien es de poesía china, viene a ser un referente importante en
ese primer acercamiento de la poesía colombiana con oriente. Bajo este mismo
signo, tenemos a Fernando Arbeláez (1924-1995) con su SERIE CHINA publicada por
primera vez en el año 1968.[6] Esta es una obra corta, apenas XXVI poemas la
componen, pero su calidad e importancia son indudables.
Antes de la publicación de Una alberca en la luna, en
el año 2002 para ser exactos, y gracias al oficio de la poetisa griega Zoe
Savina, aparecen traducidos (al griego) seis haikus de Raúl, en la Anthology
of Haiku “The leaves are back in the tree” (Antología de Haiku “Las hojas
están de vuelta al árbol”), editada en Atenas. Y que en la opinión de Umberto
Senegal es “una de las más notables antologías mundiales del haiku publicadas
en el presente siglo”. Anterior a esta publicación, ahora en su propio
continente (año 1993), Raúl aparece en la Antología del Haiku Latinoamericano,
editada en Sao Pablo Brasil.[7] En el año 2013 aparece en la
antología‒memoria de la 7° Conferencia de la Asociación Mundial de Haiku “El cántaro vacío”. Recientemente se
publicaron 12 de sus haikús (con versiones al japonés de Hideaki Matsuoka), en
el INTERNACIONAL HAIKU MAGAZINE–GINYU (Magazin Internacional de Haiku GYNIU).
Por las mismas
circunstancias adversas a la que se enfrenta un poeta independiente en Colombia
para publicar su obra (peor si se trata de Haiku), Una alberca en la luna tuvo que salir compartiendo su espacio con El
corazón escrito, reseñas y comentarios sobre la vida y obra de Raúl
Henao. Se trata de un libro misceláneo, al mejor estilo de El Partido del Diablo (Lealón: Medellín, 1989), el cual combina
Poesía y crítica, y que a criterio de algunos, se constituye en uno de los
libros más destacados de Raúl. De cualquier manera, Una alberca en la luna ya tiene vida propia, eso es lo importante,
como decía Hans Magnus Enzensberger, es inútil lamentar cualquier hecho… ¿No
tiene la vida siempre dos caras? Pese a la importancia que pueda tener El corazón escrito, no nos ocuparemos de
él en este ensayo, escasamente podríamos decir, por lo pronto, que su contenido
resulta ser de vital importancia en la elaboración de un mapa crítico sobre el
autor en cuestión.
Cuenta con
textos de autores locales como internacionales, entre los que se destacan
Stefan Baciu (1918−1993), escritor políglota de origen rumano, nacionalizado
brasileño, y quien además es conocido por sus estudios y antologías sobre la
literatura surrealista Latinoamericana. Pero además otros tantos como Juan
Calzadilla, Fernando Palenzuela, Laurens Vancrevel y Alberto Baeza Flores. A
nivel local podríamos destacar a Fernando Garavito (quien a mi juicio realiza
un excelente comentario) y Carlos Bedoya, el cual aparece en dos ocasiones, en una de ellas
hablando de El Partido del Diablo (Stefan
Baciu consideraba que en los
libros y vida de Raúl abundan los demonios… al mejor estilo de otros colombianos
como Germán Arciniega).
En general y
acotando los términos de este ensayo, Una
alberca en la luna nos interesa en particular porque incorpora la ciudad.
Lugar caótico donde nadie se atreve a mirar algo más que lo que le permite su
afán de transeúnte. Para los ortodoxos del Haiku, la ciudad no aportaría
mayores maravillas, sin embargo, Raúl es capaz de traspasar la frontera
invisible y penetrar hasta el fondo, evadiendo la negrura de la noche con la
luna como linterna.
Pasos al anochecer
En el rastrojo
¡la luna llena!
El rastrojo, el
botón de rosas, el árbol con todos sus secretos, hacen parte de las ciudades
latinoamericanas. Los ríos corren y el poeta lamenta la ausencia de vida. No
obstante, el agua cae en todos los estrados del universo, baila mejor en los
bosques, pero Raúl la prefiere encarnada en el asfalto:
En el Metro
la lluvia
¡Descalza!
Raúl habla de
esa selva de cemento que es la ciudad, pretende verla como un lugar en el que a
pesar de todo, acontecen cosas maravillosas:
Calzada polvorienta.
Cerca del semáforo
el seto de tulipanes.
*
En el pasaje comercial
la risa de los niños
¡Un surtidor!
O qué puede ser más bello que…
El guayacán amarillo.
Cascada de flores
sobre la calzada.
Claro que no es
sólo una mirada hipnótica de la ciudad, también hay un cuestionamiento a las instancias de poder y las
instituciones:
Tarde de mayo.
El alcalde se mudó de
administración
con las bancas del parque.
La ciudad, como
selva que es, tiene sus propias leyes (torcidas):
¡Miseria de la ley!
Vive el policía
a expensas del hampa
Lo hace también
con un fino humor negro:
Requisa de la poesía.
¿Olvidé pagar
La entrada al paraíso?
Raúl se
obsesiona con algunos temas, por ejemplo la luna, dama blanca “más blanda que el agua, el agua
blanda”. Podemos empezar por el Haiku que le da título al libro:
La luna es la alberca
O ¿es una alberca
en la luna?
La luna se vuelve parte de la cotidianidad,
de la vida, la luz se vuelve una celebración permanente:
¡Luna llena!
Mudaron la noche
de mi habitación.
*
Juega el gato
con el carrete de hilo
de la luna
*
Luna de octubre
Mi trigueña
es un trigal
Lo que nos proponíamos en este ensayo era,
fundamentalmente, poner de relieve que
el Haiku en la obra de Raúl Henao no es algo aislado, algo que venga por
añadidura, accesorio. Es conveniente indicar que tanto Paz como Borges, figuras
importantes del Haiku en Latinoamérica, están al mismo tiempo presentes en la
obra de Raúl. Podríamos añadir también que ha practicado una poesía breve, en
la que es posible reconocer la influencia oriental, no sólo en la forma, sino
también en la temática. Sin embargo, el Haiku en Colombia es una tarea que está
por hacer. Pregunta Senegal en el prólogo: “¿Cuántos, de quienes en Colombia
han escrito haiku por curiosidad
literaria, por afinidades estéticas con la forma poética, o por atrapar
en su brevedad la virtud reveladora de la síntesis, continúan fieles a dicha
expresión zen del mundo y la poesía? No creo que pasen de diez”. No obstante, advierte
el mismo Senegal que en Colombia esta mínima isla o decena de poetas, saben
hablar en silencio… porque “para ellos
el haiku es la poesía cuya revelación sucede más allá del desfile de versos y
la profusión de estrofas”.
Una
alberca en la luna no es una simple aventura por el mundo
del Haiku o un intento por incursionar en otros “géneros”, por el contrario, es
un trabajo acabado, suma de tiempo (de horas en blanco). Umberto Senegal nos
aclara (en el prólogo) que “la experiencia poética de Raúl Henao, dentro del
Haiku, se produce en Colombia sin el más leve ruido, sin altisonancias, a pesar
de construir con su trabajo constante en el género un diáfano universo
literario de tendencia espiritual, incluso de manera natural en un mundo
poético formal e ideológicamente definido. En este libro hay presencia cultural
e investigativa, junto a preciosos destellos de intuición y sensibilidad”.
Por último,
quisiera hacer una pequeña referencia a la autora de la carátula del libro,
Gloria Hincapié, poeta y collagista de Medellín, quien ha publicado, entre otros
libros, Frida Kahlo o un hilo de luna
(a propósito de la dama blanca). Gloria sabe que su collage, pre-destinado a embellecer la puerta del cielo ¿o el
infierno?, “Llenará sus horas en blanco”… las de Raúl
y agregaría que también las nuestras.
Hemos terminado:
“Escuchad el aplauso de una sola mano” −Hakuin Ekaku.
[1] El haikai es una de las formas
de poesía tradicional japonesa considerada como uno de los pilares de ésta.
Nace de la separación de los tres primeros versos del tanka y se compone de 3
versos blancos de 5-7-5 sílabas. Del haikai han nacido otros dos géneros: el Haiku
y el haikai-no-Renga. Con el paso del tiempo, el haikai se unió con otro
género, la renga, creándose el haikai-no-Renga. Este era una sucesión de
haikais, continuando con su estilo. El primer poema de esta sucesión se
denominaba hokku, pero varios poetas también lo llamaban Haiku.
[2]
España se interesaron por
el Haiku, entre otros, Federico García Lorca, Antonio Machado, Juan Ramón
Jiménez y Luis Cernuda.
[3] Publicó: Florilegio (1899); Al
sol y bajo la luna (1918); Un día... (1919); Li-Po y otros poemas (1920); El
jarro de flores (1922) y La feria de la vida (1928).
[4] Paz es el primero en traducir
esta obra a un idioma occidental.
[5] Esta información es tomada de un
ensayo de Umberto Senegal EL HAIKU QUINDIANO. Sería importante profundizar más
en el tema, buscar las publicaciones periódicas que según Senegal, hizo Tablada
durante su estadía en Bogotá, así como la incidencia que pudo tener este
episodio en la poesía colombiana, especialmente en lo que respecta al Haiku. Sin
embargo, no estamos de acuerdo con la apreciación de Senegal frente a que sea
Luis Vidales constituya el punto de partida del Haiku quindiano. Suenan Timbres es ajeno a cualquier
influencia oriental. Vidales nació en Calarcá pero pasó casi toda su vida en
Bogotá, lugar donde desarrolló su obra poética, crítica y periodística.
[6]
En esta misma línea tenemos
a CHINA, nombre que Jorge Gaitán Durán le da a un puñado de 59 poemas breves (4
líneas) que aparecen en la revista ECO – Tomo IV. No. 5, con una la siguiente temporalidad:
1952-1955, anticipándose a los de Arbeláez en la fecha, más no en su calidad.
[7]
En Brasil, los primeros
cultores del Haiku fueran Afranio Peixoto y Guilherme de Almeida, este, hizo
una proposición con el uso de rima en el primer verso y en el último, y aún una
rima interna en el verso intermedio.
2 comentarios:
Sin duda un ilustrativo ensayo sobre, no solo sobre la poética del Haiku de Raúl Henao, sino sobre un recorrido histórico del genero lírico japonés, y además la apreciación somera de la estética del mundo de los tres versos.
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