Por Francisco Arias Solís
aarias@arrakis.es
“Yo soy François, aunque no quiera,
Nacido en París, de Pontoise cerca,
Y en el extremo de una cuerda
Sabrá mi cuello lo que mi culo pesa”.
François Villon.
Villon es el poeta más
grande del siglo XV, y uno de los primeros cronológicamente, de la Europa
moderna. Bohemio perdido, ladrón, condenado a muerte e indultado después,
contra la costumbre, accediendo a sus propias súplicas, pero imponiéndole la
pena de destierro. A todos sus defectos y faltas, de que se daba perfecta
cuenta y sentía no poder dominar, aunque tomándolo a broma aparentemente,
superaba su talento, en el que había lo que forma, en realidad, el fondo del
alma bohemia de buena ley, algo de infantil y de bondadoso mezclado a una gran
dosis de descaro, de desvergüenza, de haraganería, de vicio, de picardía, que,
en resumidas cuentas, acaba por captarse la benevolencia de jueces severos en
otras ocasiones, y blandos en ésta. He aquí lo que le ha ocurrido a Villon con
la historia literaria, que se ha hecho suya. Porque, al fin y al cabo, ¿quién
sabía, en el siglo XV francés, escribir como él poesía sacada del fondo del
corazón, de la vida misma, y con tal originalidad y gracia? Entre las
cualidades de Villon brilla principalmente en que sus sentencias son las de un
hijo del pueblo dotado de un tino y gusto especial que le hace escribir,
hablando de sí mismo, lo que a todo el mundo puede interesar, es decir: que es
profundamente humano. Por esto se distingue entre todos. Algunos autores
consideran a Villon el primer gran poeta lírico en lengua francesa. Fue muy
apreciado por Ronsard, estudiado por Boileau, en su Arte Poética, y admirado
por los románticos como uno de los mejores poetas líricos.
François Villon,
seudónimo del poeta francés François de Montcorbier, nació en París hacia 1431.
Tomó el nombre de Villon, que no corresponde al de sus padres, a los que perdió
siendo muy niño, sino al del capellán de Saint-Benoit-le-Bétourné, Guillaume de
Villon, que lo adoptó. Hizo estudios brillantes y consiguió el título de
“maestro en artes”. Sin embargo, empezó a mezclarse en la vida bohemia y
desordenada de algunos estudiantes, más tarde llegó a relacionarse con
auténticos delincuentes, y terminó en 1455, viéndose implicado en el crimen de
un sacerdote. Abandonó por ello París, obtuvo un año después la remisión de su
falta, pero en ese mismo año tomó parte en un robo importante en el Colegio de
Navarra de París. Desapareció nuevamente entre 1457 y 1461; parece que fue
acogido por Charles de Orleans, otro gran poeta de la época, que lo protegió en
la ciudad de Blois. En 1461, el obispo de Orleans lo hace encarcelar. Villon
teme ser ahorcado como sus cómplices, pero el rey Luis XI, recién coronado, le
otorga su gracia. Aunque por las obras escritas en esa época, parezca
sinceramente arrepentido, lo cierto es que en 1462 es hecho prisionero
nuevamente y condenado a la horca. Apela al Parlamento, que anula la sentencia
de muerte, conmutándola por la del destierro durante diez años. A partir de
1463 se pierden las huellas de su vida y se ignora cuál fue su fin. Para
Rabelais, Villon se retiró a la región de Poitou, donde intentó enmendar su
vida; se dedicó al teatro religioso e hizo representar la Pasión de Cristo en
varias ocasiones.
Villon en sus poesías
recorre toda una gama de matices distintos: refinamiento propio de una
formación humanística, gracia popular de grueso trazo, sincera religiosidad y
un sentido de la muerte muy de su tiempo y muy moderno a la vez; por esta razón
es, para los críticos modernos, uno de los más interesantes líricos franceses,
y sin duda el más importante del siglo XV. Su producción conocida se compone,
además de algunas composiciones sueltas, de dos obras principales: El legado o
Pequeño testamento (1456), compuesto de 320 versos, en los que lega de manera
irónica todos sus bienes a sus amigos, y El testamento (1462), compuesto por
2.023 versos, que integra baladas y otros textos anteriores en una larga
requisitoria contra el mundo, que maltrata al poeta y lo sume en el dolor y la
miseria. Su fuerza expresiva y gran sensibilidad alcanzan las mayores cotas en
las composiciones tituladas Baladas de la dama de antaño, Muero de sed junto a
la fuente, El debate del corazón y el cuerpo, y la más importante, La balada de
los ahorcados, que sorprende por su realismo, escrita cuando Villon se creía
condenado a muerte. Es probablemente su obra maestra. Y como dijo el primer
poeta maldito: “Hermanos humanos que viviréis tras nuestra muerte, / no tengáis
contra nosotros endurecido el corazón. / Y si se compadecen de nosotros,
infelices, / Dios premiará vuestra consideración”.
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