A LA
ESPERA DE LA OSCURIDAD
Ese
instante que no se olvida
Tan
vacío devuelto por las sombras
Tan
vacío rechazado por los relojes
Ese
pobre instante adoptado por mi ternura
Desnudo
desnudo de sangre de alas
Sin ojos
para recordar angustias de antaño
Sin
labios para recoger el zumo de las violencias
perdidas
en el canto de los helados campanarios.
Ampáralo
niña ciega de alma
Ponle
tus cabellos escarchados por el fuego
Abrázalo
pequeña estatua de terror.
Señálale
el mundo convulsionado a tus pies
A tus
pies donde mueren las golondrinas
Tiritantes
de pavor frente al futuro
Dile que
los suspiros del mar
Humedecen
las únicas palabras
Por las
que vale vivir.
Pero ese
instante sudoroso de nada
Acurrucado
en la cueva del destino
Sin
manos para decir nunca
Sin
manos para regalar mariposas
A los
niños muertos
LA
ENAMORADA
esta
lúgubre manía de vivir
esta
recóndita humorada de vivir
te
arrastra alejandra no lo niegues.
hoy te
miraste en el espejo
y te fue
triste estabas sola
la luz
rugía el aire cantaba
pero tu
amado no volvió
enviarás
mensajes sonreirás
tremolarás
tus manos así volverá
tu amado
tan amado
oyes la
demente sirena que lo robó
el barco
con barbas de espuma
donde
murieron las risas
recuerdas
el último abrazo
oh nada
de angustias
ríe en
el pañuelo llora a carcajadas
pero
cierra las puertas de tu rostro
para que
no digan luego
que
aquella mujer enamorada fuiste tú
te
remuerden los días
te
culpan las noches
te duele
la vida tanto tanto
desesperada
¿adónde vas?
desesperada
¡nada más!
(Alejandra
Pizarnik, de La última inocencia, 1956)
SALVACIÓN
Se fuga
la isla
Y la
muchacha vuelve a escalar el viento
y a
descubrir la muerte del pájaro profeta
Ahora
es el
fuego sometido
Ahora
es la
carne
la hoja
la
piedra
perdidos
en la fuente del tormento
como el
navegante en el horror de la civilación
que
purifica la caída de la noche
Ahora
la
muchacha halla la máscara del infinito
y rompe
el muro de la poesía.
LA JAULA
Afuera
hay sol.
No es
más que un sol
pero los
hombres lo miran
y
después cantan.
Yo no sé
del sol.
Yo sé la
melodía del ángel
y el
sermón caliente
del
último viento.
Sé
gritar hasta el alba
cuando
la muerte se posa desnuda
en mi
sombra.
Yo lloro
debajo de mi nombre.
Yo agito
pañuelos en la noche y barcos sedientos de realidad
bailan
conmigo.
Yo
oculto clavos
para
escarnecer a mis sueños enfermos.
Afuera
hay sol.
Yo me
visto de cenizas.
LEJANÍA
Mi ser
henchido de barcos blancos.
Mi ser
reventando sentires.
Toda yo
bajo las reminiscencias de tus ojos.
Quiero
destruir la picazón de tus pestañas.
Quiero
rehuir la inquietud de tus labios.
¿Porqué
tu visión fantasmagórica redondea los cálices de estas horas?
NOCHE
correr
no sé donde
aquí o
allá
singulares
recodos desnudos
basta
correr!
trenzas
sujetan mi anochecer
de caspa
y agua colonia
rosa
quemada fósforo de cera
creación
sincera en surco capilar
la noche
desanuda su bagaje
de
blancos y negros
tirar
detener su devenir
SALVACIÓN
Se fuga
la isla.
Y la
muchacha vuelve a escalar el viento
y a
descubrir la muerte del pájaro profeta.
Ahora
es la
carne
la hoja
la
piedra
perdidas
en la fuente del tormento
como el
navegante en el horror de la civilización
que
purifica la caída de la noche.
Ahora
la
muchacha halla la máscara del infinito
y rompe
el muro de la poesía.
LA
ÚLTIMA INOCENCIA
Partir
en
cuerpo y alma
partir.
Partir
deshacerse
de las miradas
piedras
opresoras
que
duermen en la garganta.
He de
partir
no más
inercia bajo el sol
no más
sangre anonadada
no más
fila para morir.
He de
partir
Pero
arremete ¡viajera!
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