BLOGueratura Medellín es un proyecto virtual dirigido por la Corporación MECA. Además del material de los integrantes del taller de poesía, nos interesa difundir literatura de interés general, así como artícculos de crítica. BLOGueratura es un espacio abierto y diverso. Se aceptan colaboraciones de individuos, talleres, instituciones culturales, etc.

lunes, 4 de junio de 2012

TEXTOS. Por: Lorenzo García Vega (1926-2012)



LOS MAGISTRADOS



Fue en el tiempo de la nana cuando mi tío erudito, Horacio Francisco de las Mercedes, me aseguró que los magistrados encanecían en el estudio de la ley. Entonces en la merienda, al comerme un dulce de leche condensada visualizaba, juntos, a todos los magistrados. Usaban maleticas o maletines. Recorrían aquel pasillo de un mármol de mala calidad, poblado por escupideras bronceadas y baratas. (Aunque, por supuesto, en el tiempo de la leche condensada, mármol y escupideras me parecían incomparablemente hermosas).

Años después, he visto a los magistrados caminando por la pantalla de la televisión. No había duda de que ellos, espectadores de su propio espectáculo, se veían a sí mismos como en un espejo, caminando. En esa ocasión ellos llegaron, para posar frente a los fotógrafos, hasta el mismo Salón de las Pasos Perdidos. Pero, lo curioso del caso fue que algunos magistrados abrieron la gran ventana del salón para ponerse a mirar ese paisaje de tejados que, en realidad, pertenecía a esa ciudad de La Habana que ya hace años dejé.

Ahora, inexplicablemente, he empezado a imaginar que el Presidente ha convocado a los magistrados, para así interesarlos en varios proyectos de Ley. Ya no estoy, como antes, comiéndome un dulce de leche condensada, sino que, después de haber regresado de mi trabajo como bag boy, estoy tomándome una Coca Cola de dieta en la terraza de esta Playa Albina donde vivo.

Imagino que el Presidente ha convocado a los magistrados porque teme la reaparición de aquel grupo derechista de acción (los abecedarios), que fue eliminado por los comunistas cubanos, en 1934. En aquel mismo año, yo era un niño que, con una pelota y unas férreas reglas de juego, consecutivamente eliminada y resucitaba a los abecedarios. Era un juego para mí solo, pues si algún niño se acercaba para participar, inmediatamente desaparecía mi multitud de personajes de acción.

Quizá estoy escribiendo sobre todo esto, debido a un sueño que acabo de tener. Sueño donde los magistrados se reúnen para decidir sobre el caso de una virgen autista, ya que haciéndolo así deciden también sobre la legalidad de unos féretros vacíos.

Hasta estoy recordando que aquel Presidente, quien tuvo que tener estrechas relaciones con los magistrados, vestido de dril cien tomó posesión de su cargo, en soleada mañana de un enero cubano de 1934. Pero, para ser precisos, a esto se le debe añadir una noticia que, quizás, mi delirio ha inventado. La noticia es la siguiente: aquel día de la toma de posesión, una comparsa de terroristas catalanes, montados en autos negros, asustó con sus disparos a la población habanera, pero como por suerte no hubo ningún herido, y como tampoco volvió a suceder más nada, pude yo, esa misma tarde, ir al Cine Actualidades para ver una película de Stan Laurel y Ollie Hardy.


FOTOGRAFÍA DE UNOS CABELLOS

1
Durmiendo la siesta, soñé que le hablaba a unos compatriotas sobre lo horrible que había sido la Cuba anterior al Tirano Máximo que ahora la preside. Por eso, casi no podía masticar la copa de cristal que, mientras hablaba, me iba comiendo.

Después, al despertarme de la siesta, sentado en la terraza de la Playa Albina, merendé una tostada con mantequilla. Había muchos pájaros jugando. Los observé con la minuciosidad de un bird watchery y, mientras ejecutaba esta tarea, disfruté a la vez de un daydream que continuación, en el siguiente Epígrafe 2 paso a relatar.

2
Ciudad donde, aunque debatiéndose todo, persistía una enérgica oposición a cualquier señal de innovación. Periódicamente aparecían leyes aparentemente suaves, pero que en el fondo eran implacables. Leyes que, por supuesto, degradaban a la población.

Mi casa (casa que en realidad no era ningún castillo aunque un sueño la hubiese metamorfoseado en castillo) tenía una sala, totalmente consagrada a eventos fútiles. Por eso, allí llevaba a cabo un inventario de sueños o, en algunas ocasiones, la emprendía con la biografía de una virgen autista, sobre la cual no había bibliografía disponible. Pero, sobre todo, increíblemente refugiado en el sótano de la casa, me llegaba a sentir feliz cuando, con cierta incongruencia, lograba cortar tiritas ficticias, extraídas de los recuerdos de mi infancia.

Como se habían suspendido las garantías constitucionales, la ciudad se había sabía quedado absolutamente desierta. Los vecinos, dentro de sus habitaciones, no hacían otra cosa que acuchillarse. Y, salida al balcón, una niña, incivil y grosera, profería muy vergonzosas palabras en contra de todos los senadores. Ella atolondraba a los vecinos, más de lo que ellos ya lo estaban.

3
Tres motos pasaron sucesivamente, ensordeciendo con su ruido la terraza en que estaba sentado. Dos pájaros se inmovlizaron en un tendido eléctrico. Unos cuantos mosquitos atacaron mi pie derecho. Así que me decidí abandonar la terraza, pero antes de hacerlo, mirando al cielo blancuzco de esta Playa Albina, quise ponerle fin al daydream expuesto en el Epígrafe anterior, adjuntándole esta final visión:

Visión.- Donde lo simpático fue haber logrado fotografías en el momento en que no se movía una gota de aire, los espléndidos cabellos rojos de esa niña que insultaba a los senadores.


EL ESCAPARATE CERRADO

Como era niño, pensé que se había escondido dentro del escaparate aquella ya lejana, oscura noche (estaba lloviendo) en que, con un poco de retraso (eran más de las 10) llegó el tren al Paradero de Jagüey Grande. De aquella noche recuerdo, aunque no estoy seguro de que existiera lo que recuerdo, cosas tales como un gallo, un sonido y, lo que impreciso es más difícil, un congelarse que acabó hecho trizas.

En el tiempo que pasó esa noche, noche que al niño le pareció que se había escondido dentro del escaparate, en el pueblo hubo una joven que se ponía mucho colorete en las mejillas. La joven se dio candela un día de fiesta, el 20 de mayo de 1934. Pero, aunque en esa fecha la gente del pueblo estaba obsesionada con el folletín (ése fue el tiempo de Carlos Gardel, quien murió un año después), no fue el fragmento de melodrama de la historia de la joven que se dio candela lo que los tocó, sino la locura, la absoluta locura que esa historia contenía, hasta el grado que incluso el niño, traduciéndola en sus términos, la identificó con la noche que se había metido dentro del escaparate.

También, cuando me remonto a aquella época del escaparate, veo ese carretón del Matadero que, con su carga de carne, recorría los mediodías de Jagüey Grande. Yo, entonces, como era un niño, no sólo pensaba que la noche se había metido dentro del escaparate sino que, al tratar de explicarme el carretón del Matadero, pensaba en un galope que, inexplicablemente, se convirtiera en halo.

Algo he divisado, pero inmediatamente después he dejado de divisarlo. Dije que recuerdo, pero repito que no sé si existieron cosas como un gallo, y un sonido. Y es que ese escaparate cerrado, ¡hay que ver!, o bien ha traslapado a muchos sueños, o bien los sueños se han traslapado a él.


LA CALLE CORTADA

Un fantasma dijo:
-   Hubo un momento, algún tiempo antes de morirme, en que dejé de ser. Esto que evoco no es nada confuso. Esto empezó con una calle cortada. Me explico. Fue hace algunos años, acababa de saber que había muerto el último miembro de mi familia. Así que me dirigía a la casa donde él había vivido, pero cuando empecé a caminar por la calle donde estaba su casa, me encontré que esta calle sólo llegaba hasta cierto punto, pasado el cual ya no había nada. Imagínense, en aquel momento, cómo me quedé. ¡Horrorizado! Tan horrorizado que me eché a correr, y regresé a mi casa, y en mi casa me puse a temblar.

Aunque ese horror no me duró mucho, pues se evaporó al siguiente día, exactamente a las diez de la mañana, cuando una certeza me hizo saber que ya, sin que me hubiese muerto, yo había dejado de ser. Efectivamente, primero fue la experiencia de la calle cortada, y al siguiente día dejé de ser. Pero ¿por qué estoy hablando de esto? Todos lo saben o, al menos, a todos los viejos les sucede. A uno, los menos, les sucede cuando cumplen los 60 años. A otros, los más, sólo cuando han avanzado en su vejez les pasa. Así como también unos viejos, los menos, saben bien por qué, antes de morir, han dejado de ser; mientras que otros, los más, aunque también les sucede que no son, nunca se dan por enterados que no son. Pero lo más tremendo no es esto. Lo más tremendo es que hay ancianos que, aunque llegan hasta el lugar donde se puede continuar, porque la calle ha sido cortada, nunca se enteran de lo que ha pasado. ¡Hay que ver! Por eso, ellos no llegan a ser fantasmas. Para ser fantasmas hay que tener algo en la cabeza, no se pude ser tan despistado.


LA MAQUINARIA
Para Enrico, para Ida

Primero, en la infancia, se maravilló con la lluvia que caía frente a un espejo. Después, llegado a la juventud, vino ese lirismo litratoso con el cual llegó a sentir que aquella lluvia, vaciada, alquímicamente se petrificaba en aquel espejo. Y, ya que ahora la rígida vejez le asegura que debe existir una combinación entre los elementos con que se maravilló su niñez, él desea encontrar la maquinaria que le revele todo eso. ¡Qué bien!, hubiera dicho Juan Ramón.

La Gaceta. Fondo de Cultura Económica. México. Nro 322. 1997. Págs. 47-49.

0 comentarios:

Publicar un comentario

este espacio está bajo licencia CC

 

Blogueratura Medellín Copyright © 2011 -- Template created by O Pregador -- Powered by Blogger