La
historia de cómo una escritora colombiana del siglo XIX vuelve a estar al orden
del día, cien años después de su muerte. El 15 de marzo, MinCultura lanza el
Año Soledad Acosta de Samper en el Museo Nacional a las 11:00 a.m. Siga la
transmisión del evento por streaming en www.mincultura.gov.co
Por: Camilo Gómez Gaviria
Un día cualquiera, hace
diez años, la profesora de literatura Carolina Alzate recibió una llamada
telefónica que marcaría su carrera de investigadora. Del otro lado de la línea
estaba María Victoria González su asistente de investigación en aquel entonces:
“Carolina, ¡encontré el diario!” recuerda que le dijo, y la emoción de la voz
le hizo creer que iba a romper en llanto. “¿Qué diario?” preguntó la profesora,
perpleja, pues aún no se atrevía a creer lo que le decían. “¡El de Soledad
Acosta!” fue la respuesta. “¡Está aquí, en Yerbabuena!”.
Para muchos colombianos
el nombre de Soledad Acosta de Samper es desconocido. Algunos la identifican
como escritora, pero son pocos los que han leído algo de su amplia obra, entre
narrativa e historia. En parte, esto se debe a que varios de sus escritos no se
encontraban disponibles hasta hace pocos años. De hecho, parte de su obra,
incluyendo textos aparecidos en periódicos de la época, aún no ha sido reimpresa
desde su muerte. Sin embargo, su importancia es indiscutible, pues fue una de
las primeras mujeres en Colombia que, en la generación posterior a las guerras
de independencia, prorrumpió en el escenario intelectual de la naciente
república.
Carolina Alzate es hoy
profesora asociada en la Universidad de los Andes y su área de investigación es
la literatura colombiana y latinoamericana del siglo XIX. Unos años antes de
recibir esa llamada desde Yerbabuena —sede del Instituto Caro y Cuervo en
Chía—, Alzate había conocido la obra de Soledad Acosta, después de regresar a
Colombia de su doctorado en la Universidad de Massachusetts en Amherst. Su
tesis fue sobre la escritora Gertrudis Gómez de Avellaneda (“una homóloga de
Soledad Acosta, pero en Cuba”) que leyó junto a escritoras francesas del
romanticismo como Madame de Staël y George Sand. “Hay por lo menos una Soledad
Acosta en todos los países latinoamericanos de la época: está Juana Manuela
Gorriti en Argentina, Clorinda Matto en Perú…”.
A pesar de la
importancia que reviste, la obra de esta escritora sufrió un gran olvido
después de su muerte. Fue poco lo que se volvió a editar de ella, y muy escaso
el interés académico hasta la década de 1980, cuando de la mano de críticas
feministas —y en particular con el trabajo de investigadoras como Montserrat
Ordóñez y Flor María Rodríguez-Arenas— comienza un resurgimiento de la obra de
Soledad Acosta de Samper. De hecho, fue la profesora e investigadora Montserrat
Ordóñez quien introdujo a Alzate a la obra de la autora, invitando a la joven
académica a que formara parte del proyecto de investigación Soledad Acosta de
Samper y la fundación de una literatura nacional. “Montserrat me invitó a
trabajar en el proyecto, para que yo aportara el contexto latinoamericano y el
contexto europeo” dice Alzate. “Me dijo que la leyera, a ver si me interesaba,
y me encantó”.
Ordóñez muere en el
2001, dejando lista para su publicación la primera reedición de Novelas y
cuadros de la vida suramericana, obra que no había sido reeditada desde su
aparición en 1869. Sin embargo, este no fue el fin del proyecto de
investigación, y mucho menos, del renovado interés por la obra de la escritora
decimonónica: “Montserrat nos entrega a todos los lectores un camino por el
cual transitar y un trabajo en proceso para continuar. Una forma para seguir
adelante sin ella, con ella” escribe Carolina Alzate en los Agradecimientos del
libro, publicado en 2004.
Desde la muerte de
Ordóñez, otros títulos de Soledad Acosta han vuelto a ver la luz. Un ejemplo es
la novela Una holandesa en América, editada por Catharina Vallejo. Otro, fue la
sorprendente aparición del diario de Soledad Acosta, un manuscrito cuyo paradero
se ignoró durante muchos años y que editó Carolina Alzate en Diario íntimo y
otros escritos de Soledad Acosta de Samper. El Diario fue un huidizo grial que
Montserrat nunca vio. Por eso, la dedicatoria del libro publicado en 2004 fue
para esta investigadora.
“Ya habíamos ido a
Yerbabuena” dice Alzate refiriéndose a la búsqueda del Diario. Fue un discurso
del historiador Bernardo Caycedo, publicado en 1952 y en el que hace referencia
al diario de Soledad Acosta, el que los había puesto en la pista. “Nos pusimos
a buscarlo pero eso no estaba en ninguna parte” dice la investigadora, quien
llegó a pensar que de existir realmente, estaría olvidado en el baúl antiguo de
algún pariente lejano de la escritora.
En 2003, contratan a
Alzate para escribir una biografía novelada de Soledad Acosta en Colciencias.
Sin diario en qué apoyarse, complementa su investigación con escritos del
esposo de Acosta, José María Samper, otro importante intelectual y hombre
público de la época. En medio de este quehacer, lee un artículo que afirma que
hay un diario de Samper en Yerbabuena, y envía a María Victoria González a
buscarlo. Las esperanzas no eran muchas, pues ya habían consultado el catálogo,
buscando el de Soledad Acosta, y no habían encontrado nada.
Justo en el momento en
que María Victoria iba a devolverse con las manos vacías, pasó una mujer que
llevaba mucho tiempo trabajando en la biblioteca y quien la guió a lo que creía
que ella estaba buscando. “Había podido devolverse sin encontrarlo porque eso
estaba sin catalogar” dice Alzate. “Está todavía en un anaquel, y son
manuscritos que ocupan dos peldaños”. Junto al Diario se encontraban otros
documentos como manuscritos de novelas y cuadernos de dibujo.
El Diario íntimo, es el
laboratorio de escritura con el que Soledad Acosta comienza a desarrollar su
pluma. Lo comienza a los veinte años y lo termina un día antes de casarse con
José María Samper, en su segundo vigésimo cumpleaños. Ya en él se pueden
apreciar las reflexiones sobre la condición femenina que aparecen a lo largo de
su obra, y que se cristalizarían luego en textos como Aptitud de la mujer para
ejercer todas las profesiones, una Memoria presentada en el Congreso Pedagógico
Hispano-Lusitano-Americano reunido en Madrid en 1892: “Para dar fuerza, valor y
emulación a las mujeres cuyas madres y abuelas han carecido casi por completo
de educación, en mi humilde concepto creo que debería empezarse por probarles
que no carecen de inteligencia y que a todas luces son capaces de comprender lo
que se les quiera enseñar con la misma claridad que lo comprenden los varones”
escribe en este texto.
Soledad fue hija única
de Joaquín Acosta, geógrafo e historiador que participó en las guerras de
independencia y quien decidió darle una educación como la tendría un hombre de
la época. Su madre era canadiense de Nueva Escocia y parte de sus años de
formación, los pasó la familia en Francia. Por este motivo se desenvolvía por
igual en español, inglés y francés.
A pesar de haber
escrito tanto narrativa como historia, haber colaborado en publicaciones e
incluso haber fundado en 1878 la revista La Mujer —dirigida y redactada
exclusivamente por mujeres— son varias las razones por las que a Soledad Acosta
se la conoce poco. “Es una época en la que no se esperaba que las mujeres escribieran.
Para empezar, no eran ciudadanas”, dice Carolina Alzate. Así, José María
Vergara y Vergara, crítico literario y uno de los editores del periódico El
Mosaico, nunca menciona a Soledad Acosta a pesar de que ella contribuyó textos
a esta publicación y varias veces sus miembros se reunieron en tertulias en
casa del matrimonio Samper.
Pero otro motivo, es
que las novelas escritas por mujeres en el romanticismo eran difíciles de
entender desde la óptica de la época. “El romanticismo es muy masculino. Tiene
mujeres, pero éstas son musas y amadas.
Entonces, para una mujer, posicionarse como escritora dentro del
romanticismo le queda muy difícil, porque es pasar de musa a escritora” dice
Alzate. “Son novelas que vienen a hacer sentido, apenas en el siglo XX, cuando
uno se pone a estudiar dónde está la diferencia, y donde esa diferencia deja de
leerse como deficiencia”. Un ejemplo para ilustrar estas es María de Jorge
Isaacs, la novela romántica colombiana por excelencia. “María no tiene una
biblioteca; no se atreve a leer sola sin que Efraín le diga qué puede leer y
qué no. Las mujeres de las novelas de Soledad Acosta tienen bibliotecas, hablan
con amigas, se escriben, escriben diarios, cartas, y ella misma escribe novelas
para ser parte de las bibliotecas de sus lectores de la época”.
Sin embargo, a pesar de
todas estas singularidades, no hay que olvidar que Soledad Acosta de Samper se
inscribe dentro del contexto decimonónico. “Es una mujer de su época. No se
trata de santificarla” dice la investigadora.
Este año, los
colombianos podremos aproximarnos más a la vida y obra de esta precursora de
las escritoras de nuestro país. Un ejemplo es la publicación este año por parte
del Instituto Caro y Cuervo, en coedición con la Universidad de los Andes del
libro Laura, Constancia, Una venganza. “Son tres novelas que estaban sólo en
periódicos porque las publicaban en folletín” dice Alzate. “Como las
telenovelas de hoy”. La edición está a cargo de ella.
Fuente:
www.mincultura.gov.co.
14 de marzo de 2013.
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