Por María Inés Barone
No
será el miedo a la locura
lo
que nos obligue a bajar
la
bandera de la imaginación
André Breton
La impronta del
surrealismo, un mundo fantástico por momentos rayano en la locura, emerge con
toda plenitud en la obra de los creadores más significativos que abrazaron las
ideas de este movimiento artístico que salía a dar batalla en las primeras
décadas del siglo xx en Europa occidental, de la mano de André Breton, teórico
y padre espiritual que dejó su marca fundante en el Primer Manifiesto publicado
en 1924.
Dalí, Magritte, De
Chirico, como artífices de obra enmarcada en el surrealismo, construyen en sus
imágenes pictóricas mundos oníricos que atraviesan "lo real" para
lanzarse más allá del universo conocido y palpable. Las ambientaciones de sus
cuadros sugieren aires de extrañamiento: lo "inexplicable" se hace
presente de manera inequívoca y a la vez evasiva, difícil de capturar.
Las imágenes que
crearon los artistas vinculados al movimiento surrealista indagan en las
profundidades ocultas del inconsciente. Sigmund Freud es una figura relevante
en el desarrollo de la propuesta teórica. Así lo cuenta Sir Ernst Gombrich,
historiador reconocido en el mundo del arte como un referente en la materia :
"Muchos surrealistas quedaron profundamente impresionados por los escritos
de Sigmund Freud, quien mostró que cuando los pensamientos que caracterizan el
estado de vigilia se adormecen, el niño y el salvaje que viven en nosotros se
hacen con el control. Fue esta idea la que llevó a proclamar al surrealismo que
el arte nunca puede ser producido por el pensamiento consciente".
Lo inesperado y lo
enigmático nos convoca y nos envuelve en un halo pregnante. Crear algo más real
que la realidad misma: esa es la marca. Y así se combinan sueño y vigilia, los
universos que se entrelazan conformando el juego de lo surrealista. Un cierto
orden es cuestionado, el orden vulnerado por lo inevitable. La emancipación del
orden "normal", la emancipación del espíritu. Sueño y vigilia se
funden para formar la esencia del ser.
Dice Breton en su
Primer Manifiesto: "Surrealismo es automatismo psíquico puro, por cuyo
medio se intenta expresar, verbalmente, por escrito o de cualquier otro modo,
el funcionamiento real del pensamiento. Es un dictado del pensamiento, sin la
intervención reguladora de la razón, ajeno a toda preocupación estética o
moral".
Sueño, surrealismo,
"locura" y hay algo que queda dislocado. "Queda la locura,
"la locura que solemos recluir", como muy bien se ha dicho. Esta
locura o la otra…" plantea el Manifiesto, y va más allá Bretón cuando
afirma: "Estoy plenamente dispuesto a reconocer que los locos son, en
cierta medida, víctimas de su imaginación, en el sentido de que ésta les induce
a quebrantar ciertas reglas, reglas cuya transgresión define la calidad de
loco, lo cual todo ser humano ha de procurar saber por su propio bien".
El sueño surrealista
ilumina la vida de una capa de la realidad que excede el mundo ordinario. Una
"locura" idealmente desalienada de todo. Una impronta de ruptura
libertaria atraviesa el ideario de este movimiento artístico de vanguardia que
marcó una senda diferente. Surrealismo y "locura" se entretejen en un
juego inquietante que tienta a sumergirse en él.
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