En la década del treinta nuestros escritores vivían bajo la influencia de los españoles y particularmente de los franceses. De ahí que la poesía surrealista emergiera con tanto ímpetu en nuestro medio, sin los desfases ni los efectos retardados de otros movimientos literarios anteriores.
Sin lugar a dudas, el surrealismo ha sido un fenómeno de un poder creador que justifica la afirmación de Spengler en el sentido de que de “la historia debe ser objeto de la poesía” A los poetas surrealistas se les ha llamado pesimistas y decadentes más por incomprensión que por repudio. Por eso creemos pertinente traducir las palabras que pronunció Isaac Bashevis Singer, al recibir el Premio Nobel de literatura en diciembre de 1978:
“El pesimismo de la persona creadora no es decadencia, sino un fuerte pasión por la redención del hombre. Al tiempo que divierte, el poeta sigue en pos de las verdades eternas, de la esencia del ser. A su manera intenta resolver el enigma del tiempo y el cambio, de encontrar una respuesta al sufrimiento, de descubrir el amor al fondo de la crueldad y la injusticia.
Por extrañas que parezcan estas palabras, suelo fantasear con la idea de que cuando todas las teorías sociales se derrumben y las guerras y revoluciones dejen a la humanidad en el más profundo abatimiento, el poeta, a quien Platón desterró de su Republica, surgirá para salvarnos a todos”
TITO CASTILLO.
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