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viernes, 23 de diciembre de 2011

ALGUNOS POETAS DE LA NAVIDAD



NOCHEBUENA
Amado Nervo

Pastores y pastoras,
abierto está el edén.
¿No oís voces sonoras?
Jesús nació en Belén.
La luz del cielo baja,
el Cristo nació ya,
y en un nido de paja
cual pajarillo está.
El niño está friolento.
¡Oh noble buey,
arropa con tu aliento
al Niño Rey!
Los cantos y los vuelos
invaden la extensión,
y están de fiesta cielos
y tierra... y corazón.
Resuenan voces puras
que cantan en tropel:
Hosanna en las alturas
al Justo de Israel!
¡Pastores, en bandada
venid, venid,
a ver la anunciada
Flor de David!...


MARÍA MADRE
Gloria Fuertes

La Virgen,
sonríe muy bella.
¡Ya brotó el Rosal,
que bajó a la tierra
para perfumar!
La Virgen María
canta nanas ya.
Y canta a una estrella
que supo bajar
a Belén volando
como un pastor más.
Tres Reyes llegaron;
cesa de nevar.
¡La luna le ha visto,
cesa de llorar!
Su llanto de nieve
cuajó en el pinar.
Mil ángeles cantan
canción de cristal
que un Clavel nació
de un suave Rosal.


JUSÚA, EL DULCE, VIENE…
Juan Ramón Jiménez

Jesús, el dulce, viene...
Las noches huelen a romero...
¡Oh, qué pureza tiene
la luna en el sendero!
Palacios, catedrales,
tienden la luz de sus cristales
insomnes en la sombra dura y fría...
Mas la celeste melodía
suena fuera...
Celeste primavera
que la nieve, al pasar, blanda, deshace,
y deja atrás eterna calma...
¡Señor del cielo, nace
esta vez en mi alma!


¿QUIÉN HA ENTRADO EN EL PORTAL DE BELÉN?
Gerardo Diego

¿Quién ha entrado en el portal,
en el portal de Belén?
¿Quién ha entrado por la puerta?
¿quién ha entrado, quién?.
La noche, el frío, la escarcha
y la espada de una estrella.
Un varón -vara floriday
una doncella.
¿Quién ha entrado en el portal
por el techo abierto y roto?
¿Quién ha entrado que así suena
celeste alboroto?
Una escala de oro y música,
sostenidos y bemoles
y ángeles con panderetas
dorremifasoles.
¿Quién ha entrado en el portal,
en el portal de Belén,
no por la puerta y el techo
ni el aire del aire, quién?.
Flor sobre impacto capullo,
rocío sobre la flor.
Nadie sabe cómo vino
mi Niño, mi amor.


NACIMIENTO DE CRISTO, EN QUE SE DISCURRIÓ LA ABEJA
Sor Juana Inés de la Cruz

De la más fragante Rosa
nació la Abeja más bella,
a quien el limpio rocío
dio purísima materia.
Nace, pues, y apenas nace,
cuando en la misma moneda,
lo que en perlas recibió,
empieza a pagar en perlas.
Que llore el Alba, no es mucho,
que es costumbre en su belleza;
mas quién hay que no se admire
de que el Sol lágrimas vierta?
Si es por fecundar la Rosa,
es ociosa diligencia,
pues no es menester rocío
después de nacer la Abeja;
y más, cuando en la clausura
de su virginal pureza,
ni antecedente haber pudo
ni puede haber quien suceda.
Pues a ¿qué fin es el llanto
que dulcemente le riega?
Quien no puede dar más Fruto,
¿qué importa que estéril sea?
Mas ¡ay! que la Abeja tiene
tan íntima dependencia
siempre con la Rosa, que
depende su vida de ella;
pues dándole el néctar puro
que sus fragancias engendran,
no sólo antes la concibe,
pero después la alimenta.
Hijo y madre, en tan divinas
peregrinas competencias,
ninguno queda deudor
y ambos obligados quedan.
La Abeja paga el rocío
de que la Rosa la engendra,
y ella vuelve a retornarle
con lo mismo que la alienta.
Ayudando el uno al otro
con mutua correspondencia,
la Abeja a la Flor fecunda,
y ella a la Abeja sustenta.
Pues si por eso es el llanto,
llore Jesús, norabuena,
que lo que expende en rocío
cobrará después en néctar.


LAS PAJAS DEL PESEBRE
Lope de Vega

Las pajas del pesebre
niño de Belén
hoy son flores y rosas,
mañana serán hiel.
Lloráis entre pajas,
del frío que tenéis,
hermoso niño mío,
y del calor también.
Dormid, Cordero santo;
mi vida, no lloréis;
que si os escucha el lobo,
vendrá por vos, mi bien.
Dormid entre pajas
que, aunque frías las veis,
hoy son flores y rosas,
mañana serán hiel.
Las que para abrigaros
tan blandas hoy se ven,
serán mañana espinas
en corona crüel.
Mas no quiero deciros,
aunque vos lo sabéis,
palabras de pesar
en días de placer;
que aunque tan grandes deudas
en pajas las cobréis,
hoy son flores y rosas,
mañana serán hiel.
Dejad en tierno llanto,
divino Emmanüel;
que perlas entre pajas
se pierden sin por qué.
No piense vuestra Madre
que ya Jerusalén
previente sus dolores
y llora con José;
que aunque pajas no sean
corona para rey,
hoy son flores y rosas,
mañana serán hiel.


LA NIÑA A QUIEN DIJO EL ÁNGEL
Lope de Vega

La Niña a quien dijo el Ángel
que estaba de gracia llena,
cuando de ser de Dios madre
le trujo tan altas nuevas,
ya le mira en un pesebre,
llorando lágrimas tiernas,
que obligándose a ser hombre,
también se obliga a sus penas.
¿Qué tenéis, dulce Jesús?,
le dice la Niña bella;
¿tan presto sentís mis ojos
el dolor de mi pobreza?
Yo no tengo otros palacios
en que recibiros pueda,
sino mis brazos y pechos,
que os regalan y sustentan.
No puedo más, amor mío,
porque si yo más pudiera,
vos sabéis que vuestros cielos
envidiaran mi riqueza.
El niño recién nacido
no mueve la pura lengua,
aunque es la sabiduría
de su eterno Padre inmensa.
Mas revelándole al alma
de la Virgen la respuesta,
cubrió de sueño en sus brazos
blandamente sus estrellas.
Ella entonces desatando
la voz regalada y tierna,
así tuvo a su armonía
la de los cielos suspensa.
Pues andáis en las palmas,
Ángeles santos,
que se duerme mi niño,
tened los ramos.
Palmas de Belén
que mueven airados
los furiosos vientos
que suenan tanto.
No le hagáis ruido,
corred más paso,
que se duerme mi niño,
tened los ramos.
El niño divino,
que está cansado
de llorar en la tierra
por su descanso,
sosegar quiere un poco
del tierno llanto,
que se duerme mi niño,
tened los ramos.
Rigurosos yelos
le están cercando,
ya veis que no tengo
con qué guardarlo.
Ángeles divinos
que vais volando,
que se duerme mi niño,
tened los ramos.


AL NACIMEINTO DE CRISTO
Lope de Vega

Repastaban sus ganados
a las espaldas de un monte
de la torre de Belén
los soñolientos pastores,
alrededor de los troncos
de unos encendidos robles,
que, restallando a los aires,
daban claridad al bosque.
En los nudosos rediles
las ovejuelas se encogen,
la escarcha en la hierba helada
beben pensando que comen.
No lejos los lobos fieros,
con los aullidos feroces,
desafían los mastines,
que adonde suenan, responden.
Cuando las oscuras nubes,
de sol coronado, rompe
un Capitán celestial
de sus ejércitos nobles,
atónitos se derriban
de sí mismos los pastores,
y por la lumbre las manos
sobre los ojos se ponen.
Los perros alzan las frentes,
y las ovejuelas corren
unas por otras turbadas
con balidos desconformes.
Cuando el nuncio soberano
las plumas de oro escoge,
y enamorando los aires,
les dice tales razones:
«Gloria a Dios en las alturas,
paz en la tierra a los hombres,
Dios ha nacido en Belén
en esta dichosa noche.
»Nació de una pura Virgen;
buscadle, pues sabéis donde,
que en sus brazos le hallaréis
envuelto en mantillas pobres».
Dijo, y las celestes aves
en un aplauso conformes
acompañando su vuelo
dieron al aire colores.
Los pastores, convocando
con dulces y alegres voces
toda la sierra, derriban
palmas y laureles nobles.
Ramos en las manos llevan,
y coronados de flores,
por la nieve forman sendas
cantando alegres canciones.
Llegan al portal dichoso
y aunque juntos le coronen
racimos de serafines,
quieren que laurel le adorne.
La pura y hermosa Virgen
hallan diciéndole amores
al niño recién nacido,
que Hombre y Dios tiene por nombre.
El santo viejo los lleva
adonde los pies le adoren,
que por las cortas mantillas
los mostraba el Niño entonces.
Todos lloran de placer,
pero ¿qué mucho que lloren
lágrimas de gloria y pena,
si llora el Sol por dos soles?
El santo Niño los mira,
y para que se enamoren,
se ríe en medio del llanto,
y ellos le ofrecen sus dones.
Alma, ofrecedle los vuestros,
y porque el Niño los tome,
sabed que se envuelve bien
en telas de corazones.


YO VENGO DE VER
Lope de Vega

Yo vengo de ver, Antón,
un niño en pobrezas tales,
que le di para pañales
las telas del corazón


ZAGALEJO DE PERLAS
Lope de Vega

Zagalejo de perlas,
hijo del Alba,
¿dónde vais que hace frío
tan de mañana?.
Como sois lucero
del alma mía,
al traer el día
nacéis primero;
pastor y cordero
sin choza y lana,
¿dónde vais que hace frío
tan de mañana?
Perlas en los ojos,
risa en la boca,
las almas provoca
a placer y enojos;
cabellitos rojos,
boca de grana,
¿dónde vais que hace frío
tan de mañana?
Que tenéis que hacer,
pastorcito santo,
madrugando tanto
lo dais a entender;
aunque vais a ver
disfrazado el alma,
¿dónde vais que hace frío
tan de mañana.


ROMANCE DEL NACIMIENTO
San Juan de la Cruz

Ya que era llegado el tiempo
en que de nacer había,
así como desposado
de su tálamo salía,
abrazado con su esposa,
que en sus brazos la traía,
al cual la graciosa Madre
en su pesebre ponía,
entre unos animales
que a la sazón allí había,
los hombres decían cantares,
los ángeles melodía,
festejando el desposorio
que entre tales dos había,
pero Dios en el pesebre
allí lloraba y gemía,
que eran joyas que la esposa
al desposorio traía,
y la Madre estaba en pasmo
de que tal trueque veía:
el llanto del hombre en Dios,
y en el hombre la alegría,
lo cual del uno y del otro
tan ajeno ser solía.


DE CÓMO ESTABA LA LUZ…
Luis Rosales

El sueño como un pájaro crecía
de luz a luz borrando la mirada;
tranquila y por los ángeles llevada,
la nieve entre las alas descendía.
El cielo deshojaba su alegría,
mira la luz el niño, ensimismada,
con la tímida sangre desatada
del corazón, la Virgen sonreía.
Cuando ven los pastores su ventura,
ya era un dosel el vuelo innumerable
sobre el testuz del toro soñoliento;
y perdieron sus ojos la hermosura,
sintiendo, entre lo cierto y lo inefable,
la luz del corazón sin movimiento.


DE CUAN GRACIOSA Y APACIBLE ERA LA BELLEZA DE LA VIRGEN
Luis Rosales

¡Morena por el sol de la alegría,
mirada por la luz de la promesa,
jardín donde la sangre vuela y pesa;
inmaculada Tú, Virgen María!.
¿Qué arroyo te ha enseñado la armonía
de tu paso sencillo, qué sorpresa
de vuelo arrepentido y nieve ilesa,
junta tus manos en el alba fría?.
¿Qué viento turba el momento y lo conmueve?
Canta su gozo el alba desposada,
calma su angustia el mar, antiguo y bueno.
La Virgen, a mirarle no se atreve,
y el vuelo de su voz arrodillada
canta al Señor, que llora sobre el heno.


ODA A LA VIRGEN
Fray Luis de León

Virgen, que el sol más pura,
gloria de los mortales, luz del cielo,
en quien la piedad es cual la alteza:
los ojos vuelve al suelo
y mira un miserable en cárcel dura,
cercado de tinieblas y tristeza.
Y si mayor bajeza
no conoce, ni igual, juicio humano,
que el estado en que estoy por culpa ajena,
con poderosa mano
quiebra, Reina del cielo, esta cadena.
Virgen, en cuyo seno
halló la deidad digno reposo,
do fue el rigor en dulce amor trocado:
si blando al riguroso
volviste, bien podrás volver sereno
un corazón de nubes rodeado.
Descubre el deseado
rostro, que admira el cielo, el suelo adora:
las nubes huirán, lucirá el día;
tu luz, alta Señora,
venza esta ciega y triste noche mía.
Virgen y madre junto,
de tu Hacedor dichosa engendradora,
a cuyos pechos floreció la vida:
mira cómo empeora
y crece mí dolor más cada punto;
el odio cunde, la amistad se olvida;
si no es de ti valida
la justicia y verdad, que tú engendraste,
¿adónde hallará seguro amparo?
Y pues madre eres, baste
para contigo el ver mi desamparo.
Virgen, del sol vestida,
de luces eternales coronada,
que huellas con divinos pies la Luna;
envidia emponzoñada,
engaño agudo, lengua fementida,
odio crüel, poder sin ley ninguna,
me hacen guerra a una;
pues, contra un tal ejército maldito,
¿cuál pobre y desarmado será parte,
si tu nombre bendito,
María, no se muestra por mi parte?
Virgen, por quien vencida
llora su perdición la sierpe fiera,
su daño eterno, su burlado intento;
miran de la ribera
seguras muchas gentes mi caída,
el agua violenta, el flaco aliento:
los unos con contento,
los otros con espanto; el más piadoso
con lástima la inútil voz fatiga;
yo, puesto en ti el lloroso
rostro, cortando voy onda enemiga.
Virgen, del Padre Esposa,
dulce Madre del Hijo, templo santo
del inmortal Amor, del hombre escudo:
no veo sino espanto;
si miro la morada, es peligrosa;
si la salida, incierta; el favor mudo,
el enemigo crudo,
desnuda, la verdad, muy proveída
de armas y valedores la mentira.
La miserable vida,
sólo cuando me vuelvo a ti, respira.
Virgen, que al alto ruego
no más humilde sí diste que honesto,
en quien los cielos contemplar desean;
como terrero puestolos
brazos presos, de los ojos ciegoa
cien flechas estoy que me rodean,
que en herirme se emplean;
siento el dolor, mas no veo la mano;
ni me es dado el huir ni el escudarme.
Quiera tu soberano
Hijo, Madre de amor, por ti librarme.
Virgen, lucero amado,
en mar tempestuoso clara guía,
a cuvo santo rayo calla el viento;
mil olas a porfía
hunden en el abismo un desarmado
leño de vela y remo, que sin tiento
el húmedo elemento
corre; la noche carga, el aire truena;
ya por el cielo va, ya el suelo toca;
gime la rota antena;
socorre, antes que emviste en dura roca.
Virgen, no enficionada
de la común mancilla y mal primero,
que al humano linaje contamina;
bien sabes que en ti espero
dende mi tierna edad; y, si malvada
fuerza que me venció ha hecho indina
de tu guarda divina
mi vida pecadora, tu clemencia
tanto mostrará más su bien crecido,
cuanto es más la dolencia,
y yo merezco menos ser valido.
Virgen, el dolor fiero
añuda ya la lengua, y no consiente
que publique la voz cuanto desea;
mas oye tú al doliente
ánimo, que contigo a ti vocea.


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