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sábado, 1 de junio de 2013

LA VOZ DEL PRIMER POETA MALDITO


Por Francisco Arias Solís
aarias@arrakis.es





“Yo soy François, aunque no quiera,
Nacido en París, de Pontoise cerca,
Y en el extremo de una cuerda
Sabrá mi cuello lo que mi culo pesa”.

François Villon.


Villon es el poeta más grande del siglo XV, y uno de los primeros cronológicamente, de la Europa moderna. Bohemio perdido, ladrón, condenado a muerte e indultado después, contra la costumbre, accediendo a sus propias súplicas, pero imponiéndole la pena de destierro. A todos sus defectos y faltas, de que se daba perfecta cuenta y sentía no poder dominar, aunque tomándolo a broma aparentemente, superaba su talento, en el que había lo que forma, en realidad, el fondo del alma bohemia de buena ley, algo de infantil y de bondadoso mezclado a una gran dosis de descaro, de desvergüenza, de haraganería, de vicio, de picardía, que, en resumidas cuentas, acaba por captarse la benevolencia de jueces severos en otras ocasiones, y blandos en ésta. He aquí lo que le ha ocurrido a Villon con la historia literaria, que se ha hecho suya. Porque, al fin y al cabo, ¿quién sabía, en el siglo XV francés, escribir como él poesía sacada del fondo del corazón, de la vida misma, y con tal originalidad y gracia? Entre las cualidades de Villon brilla principalmente en que sus sentencias son las de un hijo del pueblo dotado de un tino y gusto especial que le hace escribir, hablando de sí mismo, lo que a todo el mundo puede interesar, es decir: que es profundamente humano. Por esto se distingue entre todos. Algunos autores consideran a Villon el primer gran poeta lírico en lengua francesa. Fue muy apreciado por Ronsard, estudiado por Boileau, en su Arte Poética, y admirado por los románticos como uno de los mejores poetas líricos.

François Villon, seudónimo del poeta francés François de Montcorbier, nació en París hacia 1431. Tomó el nombre de Villon, que no corresponde al de sus padres, a los que perdió siendo muy niño, sino al del capellán de Saint-Benoit-le-Bétourné, Guillaume de Villon, que lo adoptó. Hizo estudios brillantes y consiguió el título de “maestro en artes”. Sin embargo, empezó a mezclarse en la vida bohemia y desordenada de algunos estudiantes, más tarde llegó a relacionarse con auténticos delincuentes, y terminó en 1455, viéndose implicado en el crimen de un sacerdote. Abandonó por ello París, obtuvo un año después la remisión de su falta, pero en ese mismo año tomó parte en un robo importante en el Colegio de Navarra de París. Desapareció nuevamente entre 1457 y 1461; parece que fue acogido por Charles de Orleans, otro gran poeta de la época, que lo protegió en la ciudad de Blois. En 1461, el obispo de Orleans lo hace encarcelar. Villon teme ser ahorcado como sus cómplices, pero el rey Luis XI, recién coronado, le otorga su gracia. Aunque por las obras escritas en esa época, parezca sinceramente arrepentido, lo cierto es que en 1462 es hecho prisionero nuevamente y condenado a la horca. Apela al Parlamento, que anula la sentencia de muerte, conmutándola por la del destierro durante diez años. A partir de 1463 se pierden las huellas de su vida y se ignora cuál fue su fin. Para Rabelais, Villon se retiró a la región de Poitou, donde intentó enmendar su vida; se dedicó al teatro religioso e hizo representar la Pasión de Cristo en varias ocasiones.

Villon en sus poesías recorre toda una gama de matices distintos: refinamiento propio de una formación humanística, gracia popular de grueso trazo, sincera religiosidad y un sentido de la muerte muy de su tiempo y muy moderno a la vez; por esta razón es, para los críticos modernos, uno de los más interesantes líricos franceses, y sin duda el más importante del siglo XV. Su producción conocida se compone, además de algunas composiciones sueltas, de dos obras principales: El legado o Pequeño testamento (1456), compuesto de 320 versos, en los que lega de manera irónica todos sus bienes a sus amigos, y El testamento (1462), compuesto por 2.023 versos, que integra baladas y otros textos anteriores en una larga requisitoria contra el mundo, que maltrata al poeta y lo sume en el dolor y la miseria. Su fuerza expresiva y gran sensibilidad alcanzan las mayores cotas en las composiciones tituladas Baladas de la dama de antaño, Muero de sed junto a la fuente, El debate del corazón y el cuerpo, y la más importante, La balada de los ahorcados, que sorprende por su realismo, escrita cuando Villon se creía condenado a muerte. Es probablemente su obra maestra. Y como dijo el primer poeta maldito: “Hermanos humanos que viviréis tras nuestra muerte, / no tengáis contra nosotros endurecido el corazón. / Y si se compadecen de nosotros, infelices, / Dios premiará vuestra consideración”.


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